viernes, 19 de enero de 2024

El hambre en el mundo.


El hambre está amenazando de manera creciente la vida de millones de personas en todo el mundo y, entre ellas, muchos niños y niñas de países como Sudán del Sur, Yemen, Etiopía y Madagascar, preocupan especialmente por las condiciones en las que se encuentran, con unos alarmantes niveles de desnutrición infantil. No es la primera vez que el hambre es una amenaza de primer nivel para los niños del mundo. Por ejemplo, en 2011, la crisis nutricional del Cuerno de África nos dejó durísimas imágenes de niños y familias intentando sobrevivir sin apenas alimentos. Entre febrero y junio de 2017, Sudán del Sur también reunió los indicadores que llevaron a la declaración de hambruna. "
¡Si no tienen pan que coman pasteles!". La famosa frase, tradicionalmente atribuida a la reina francesa María Antonieta, ha sido inesperadamente actualizada, hace ya diez años, pues una baronesa británica, Anne Caroline Jenkin, amiga cercana de la difunta primera ministra Margaret Thatcher y miembro de la Cámara de los Lores (la Cámara Alta del Parlamento del Reino Unido), aseguraba que los pobres pasan hambre "porque no saben cocinar" en una peculiar propuesta para solucionar el problema del hambre en el país durante la presentación de los resultados de una investigación interparlamentaria sobre la materia. "Hemos perdido nuestras destrezas para cocinar. Los pobres no saben cocinar. Yo he desayunado hoy con un gran tazón de la gacha de avena que cuesta 4 peniques. Un tazón de cereales azucarados vale 25 peniques", insistió Jenkin, poseedora de una casa en Kennington, al sur de Londres, donde el precio medio de una vivienda es de 1,7 millones de dólares. A raíz de la indignación que causaron sus comentarios, la baronesa intentó disculparse, pero echó aún más leña al fuego: "He cometido un error. Dije estupideces sin guión pero si hoy en día la gente tuviera las mismas habilidades a la hora de cocinar que las generaciones anteriores, ninguno de nosotros comería tanta cosa precocinada. (…) La vida es considerablemente mucho más barata si se sabe cocinar". Todo venía porque, según los datos de la organización benéfica que coordinaba la red nacional británica de Bancos de Alimentos, la demanda de asistencia alimentaria de emergencia ha crecido de forma acusada desde los años 2011-2012, aumentando siete veces llegando casi al millón de personas. En estos contextos de inseguridad alimentaria extrema, los niños son siempre los más vulnerables, y se ​​enfrentan a una mayor probabilidad de sufrir desnutrición grave, con el consiguiente riesgo para su vida. Estas crisis también producen consecuencias irreversibles para toda la vida de los niños, lo que genera graves problemas de salud y desarrollo.


Pero,
¿Las personas que más sufren el hambre viven en África? Veamos. El hambre crónica tiene una serie de causas, pero la escasez mundial de alimentos no es una de ellas. Según el Programa Mundial de Alimentos, producimos lo suficiente como para alimentar a la población mundial, pues el mundo produce actualmente un 17% más de alimentos por persona que hace 30 años, y la tasa de producción de alimentos ha aumentado más rápido que la tasa de crecimiento de la población durante los últimos dos decenios, el Índice Global de Hambre (GHI, por sus siglas en inglés) ha mostrado que la tasa del hambre en los países en desarrollo se ha reducido en un 39% desde 1990 pero a pesar de ello, el GHI advirtió de grandes diferencias entre las distintas regiones; a nivel mundial, son las mujeres las que tienen más responsabilidad en la producción de alimentos porque las mujeres producen más de la mitad de los alimentos en el mundo y representan el 43% de la fuerza laboral agrícola mundial. La mayoría de las personas que sufren hambre viven en la región de Asia-Pacífico; la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) estima que hay 842 millones de personas hambrientas en el mundo, 553 millones de las cuales viven en Asia y el Pacífico. Cerca de 227 millones viven en África, 47 millones en América Latina y el Caribe y 16 millones en los países desarrollados. A pesar de que la falta de alimentos es la principal causa de la desnutrición en los países en desarrollo, la FAO ha expresado su preocupación por la existencia del 'hambre oculta', es decir, cuando uno persona tiene suficiente comida pero esta no le aporta la cantidad necesaria de nutrientes. Más de 2.000 millones de personas sufren deficiencia de micronutrientes. La epidemia de obesidad (porque es una epidemia) es comúnmente asociada con las naciones ricas, pero en los países en desarrollo viven el doble de personas con sobrepeso y obesidad que en los países desarrollados; las tasas de obesidad en América Latina, Oriente Medio y África del Norte están a la par con las de Europa.


Con demasiada frecuencia, las personas que producen los alimentos en el mundo son incapaces de alimentarse a sí mismos y a sus familias;
la FAO estima que aproximadamente la mitad de las personas que padecen hambre en el mundo pertenecen a pequeñas comunidades de agricultores donde las familias están expuestas a las sequías y a las inundaciones, por lo que la ONU hizo un llamamiento a los Gobiernos para que dejaran de subvencionar y financiar la investigación de grandes empresas agroindustriales y destinaran recursos a los pequeños agricultores rurales, porque estos ya están alimentando a la mayor parte del planeta y tienen más potencial para reducir las tasas de hambre mundial. De acuerdo con la ONU, la productividad de los agricultores a pequeña escala puede ser aumentada sin que ello suponga ningún perjuicio para el medioambiente, y esto es lo que se debe hacer para satisfacer las necesidades alimentarias mundiales. Esto implicaría un cambio que supondría que los agricultores, tradicionalmente vistos como productores, se convertirían en los administradores de un sistema agroecológico que también ofrecería bienes públicos como agua, energía y biodiversidad. Desde el punto de vista político, existen sistemas de alerta temprana para predecir las tendencias de la inseguridad alimentaria. La Red del Sistema de Alerta Rápida para Casos de Hambruna (FEWSNET, por sus siglas en inglés) es una de esas herramientas, creada por la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAid) después de las hambrunas en el este y el oeste de África. FEWSNET analiza los precios de la producción de los cultivos, el clima, la nutrición y los alimentos para enviar alertas sobre posibles crisis alimentarias y hambrunas. El hambre es una lacra recurrente, pero es posible acabar con la desnutrición. Pero ¿por qué se repite la historia una y otra vez?


No existe una única causa que lo explique, múltiples factores que cada vez más conviven en el tiempo y se presentan con mayor frecuencia, dan lugar a estas trágicas realidades: la pobreza y exclusión social se han convertido en una de las principales causas de hambre en el mundo. Cerca de mil millones de personas sobreviven con menos de 1,25 euros al día, lo que genera la falta de alimentos, vivienda digna y acceso a los servicios públicos. Todo esto da lugar, a su vez, a que sean excluidos de la sociedad. Los conflictos armados son una de las principales causas que explican por qué el hambre está llevando al límite a millones de personas en el mundo. La violencia suele tensionar el suministro de alimentos y agua, al igual que los sistemas sanitarios, provocando un efecto dominó que acaba dinamitando el estado nutricional. La inseguridad alimentaria aumenta durante los conflictos porque la población no puede cultivar. Además, es habitual que la inflación se dispare, y el precio de los alimentos se vuelve inalcanzable para las familias. Las guerras destrozan los sistemas de agua y saneamiento, esenciales para evitar diarreas y enfermedades que impiden que se asimilen los nutrientes de los pocos alimentos que pueden comer, muchos centros de salud quedan inutilizados, por lo que no se puede recibir la atención médica que se necesita para tratar la desnutrición y, además, los conflictos dificultan la entrega de ayuda humanitaria, tan necesaria para luchar contra las hambrunas. Por otra parte, los países con mayor incidencia de desnutrición suelen ser muy propensos a sufrir sequías, lo que no solo perjudica a las cosechas, sino que también reduce la disponibilidad de agua potable, con el consiguiente riesgo de padecer diarreas al beber de fuentes contaminadas. A nivel mundial, más de 1.420 millones de personas (entre ellas 450 millones de niños), viven en áreas de alta o extrema vulnerabilidad al agua. En los últimos años, el cambio climático está agravando los efectos de las sequías y, además, añade nuevos factores de riesgo ya que también provoca inundaciones inesperadas que destrozan los cultivos de un día para otro; la escasez de agua, la desertificación, las tierras estériles, la deforestación, los huracanes, las inundaciones y terremotos, entre otros muchos fenómenos, han originado los llamados refugiados climáticos. La ONU señala que hay unas 250 millones de personas afectadas por el cambio climático que tiene incidencia directa con el hambre en el mundo. También se deben mencionar las plagas que afectan el rendimiento de las cosechas, así como la reciente pandemia provocada por el Covid-19 ya que ambas provocan hambrunas en multitud de países. Las zonas de conflicto o que sufren sequías son más propensas a que su población se vea forzada a huir de sus hogares, lo que les hace más vulnerables a los abusos y a las amenazas para la salud, como la desnutrición. Durante esos desplazamientos no se suele tener acceso a agua potable para beber, o se acaba en campamentos improvisados en los que son recurrentes los brotes de enfermedades y en los que la falta de acceso a los servicios sanitarios para recibir tratamientos adecuados genera un mayor riesgo para la supervivencia. Y para acabar este breve repaso, la inestabilidad política en muchos de los países afectados es también parte del problema del hambre cuando la debilidad de las instituciones impide tomar medidas para luchar contra la desnutrición de la población, como por ejemplo, el almacenamiento de alimentos para hacer frente a las épocas de escasez.


Actualmente, miles de organizaciones públicas y privadas, junto a los gobiernos, llevan a cabo una serie de soluciones para acabar con el hambre en el mundo. Entre las más importante podemos destacar las siguientes:

- Mejorar el acceso al agua y los sistemas de saneamiento puesto que la alimentación y el agua son dos elementos que están intrínsecamente relacionados: la escasez del líquido vital y los alimentos van de la mano y por eso, es esencial garantizar el derecho fundamental del agua y asegurar, así, el acceso a los productos alimenticios.

- Mejorar el desarrollo agrícola y acceso a los alimentos; si la FAO ha asegurado que la producción agrícola mundial alcanza para alimentar a la población del planeta, es necesaria una correcta distribución de los productos para que se tenga acceso a ellos. También es clave mejorar las cosechas de las zonas más pobres para que ellos mismos puedan cultivar sus alimentos.

- Dar prioridad a la educación. La educación es una de las vías principales para garantizar la seguridad alimentaria. Así, es clave que los niños y niñas tengan acceso a una educación de calidad para romper el ciclo de pobreza en las sociedades con problemas económicos graves.

- Colaborar con la ciencia: la ciencia camina de la mano para luchar contra la desnutrición y estudia tratamientos novedosos que pueden ayudar en casos críticos.

- Ayudar a concienciar sobre el problema, ayudar a otras personas sobre la importancia de tomar medidas inmediatas para evitar las consecuencias del hambre. Participar en charlas, eventos y otras actividades que den visibilidad al problema siempre es de gran ayuda. En este sentido, el papel de la mujer en la lucha contra el hambre y la pobreza es clave; está comprobado que si las mujeres tuvieran el mismo acceso a la formación y a las herramientas que tienen los hombres en el sector agrícola, se reduciría en un 17% el número de personas que pasan hambre.


El hambre en el mundo es, entonces, un problema con solución. Pero los gobernantes internacionales no se ponen de acuerdo;
tienen en sus manos la llave para la erradicación del hambre en el mundo, pero no la usan. ¿Tienen la voluntad real de acabar con el problema del hambre en el mundo? Para lograr el hambre cero en 2030, es imprescindible una acción coordinada urgente y unas soluciones políticas que aborden las desigualdades arraigadas, transformen los sistemas alimentarios, inviertan en prácticas agrícolas sostenibles y reduzcan y mitiguen el impacto de los conflictos y de la pandemia en la nutrición y en la seguridad alimentaria mundiales.



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