viernes, 26 de enero de 2024

Repetir la historia.

 


El filósofo George Santayana (1863-1952), cuyo nombre genuino auténtico fue Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana Borrás, de padres españoles aunque bostoniano de formación, no perdió la conciencia de su raíz española y su apego a la latinidad: "He procurado escribir en inglés la mayor cantidad de cosas no inglesas que me ha sido posible" y a las puertas de la muerte pidió ser enterrado en un panteón español del cementerio romano de Campo Verano. En el contexto de su obra, que se acerca más a la psicología y a la antropología, hay que explicar su reflexión, que se ha hecho tan famosa a costa de ser netamente falsificada: “El progreso, lejos de consistir en cambio, depende de la retentividad (…) y cuando la experiencia no se retiene, como entre los salvajes, la infancia es perpetua. Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. (Those who cannot remember the past are condemned to repeat it)". No habla, pues, ni de los pueblos, ni de la historia, sino sencillamente del pasado y más bien considerado como experiencia directa e inmediata´pero, paralelamente, dice el refrán que “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, o sea, que el ser humano no siempre sabe discernir conforme a la razón y por esa causa no aprende de la experiencia y vuelve a equivocarse en una situación semejante. O sea, que ni experiencia, ni historia, ni nada de nada: casualmente nos han vuelto unas reflexiones nuestras de hace nueve años y, en ese tiempo y con todo lo que ha pasado, todo sigue igual y las reflexiones se pueden repetir casi en su integridad. En las postrimerías de la dictadura del general Franco, a finales de 1975, el cantautor valenciano Raimon dio a conocer en actuaciones en público su canción Jo vinc d’un silenci (Yo vengo de un silencio), que rápidamente pasó a engrosar la nómina de la canciones-protesta contra la situación social que se vivía, y una de cuyas estrofas se convirtió en bandera, concretamente aquella que dice Qui perd els origens, perd identitat (Quien pierde los orígenes, pierde identidad). Y algo de eso viene a la memoria cuando se escucha a un líder (?) de nuestra izquierda proclamar literalmente sin ruborizarse, a raíz de la consulta que se hizo al pueblo griego sobre su aceptación o rechazo de las imposiciones sociales a cambio de ayuda económica, que algunos referéndums son armas de destrucción. Y se queda tan ancho. Lo peor del caso es que, más allá del mero desliz que pudiera interpretarse en el caso griego, esta idea forma parte de sus principios identitarios y la lanza, por ejemplo, siempre que sale a colación la problemática para España de la voluntad del pueblo catalán de expresar libremente sus deseos en cuanto a la forma de encaje. En España, además de participar de todos los pecados de sus colegas europeos, este líder (no es el único) nos ofrece una reflexión adicional y es que, una de dos: o ignora los orígenes políticos y las ideas que dieron lugar a su formación o prescinde de ellos, con lo que contribuye a la creación de un estado de confusión tal que es difícil mantener la confianza en él y/o en su partido, que muchoa electores no identifican con "el de siempre". La verdad es que no puede analizarse esta confusión si no se tienen en cuenta los orígenes del PSOE (la izquierda “civilizada” española) en su contexto histórico. Y para ello hay que remontarse a los años setenta del pasado siglo, años en los que  Franco envejece sin que sea posible en ese momento vislumbrar el margen de maniobra real  que tendrá el príncipe nombrado sucesor por el dictador a título de Rey en el imprescindible rediseño político.


Y es que todo es tan convulso…


En el año de la refundación del Partido Socialista Obrero Español, 1974, en Suresnes, Francia, vivimos uno de los momentos críticos de la Guerra Fría ya que:

-          Hacía apenas un año del derrocamiento por las armas del gobierno socialista de Salvador Allende en Chile, mediante un golpe militar protagonizado por Augusto Pinochet y claramente alentado y protegido por Estados Unidos.

-          El 25 de abril de 1974, los jóvenes oficiales del ejército colonial portugués se habían levantado en armas contra el dictador civil Marcelo Caetano, sucesor directo del dictador António de Oliveira Salazar, e instauran un régimen de libertades bajo la tutela del Movimiento de las Fuerzas Armadas en el que el Partido Comunista Portugués comienza a tener una gran influencia.

-          El secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, comienza a pensar en una intervención armada de la OTAN en Portugal, con la posible colaboración del Ejército español. El Gobierno de Franco es consultado al respecto1.

-          En Grecia ha caído la dictadura de los coroneles (julio de 1974) y se intenta una transición democrática bajo la dirección de Konstantinos Karamanlis, figura tutelada por Francia.

-          En Italia, única democracia parlamentaria bien asentada en el Mediterráneo, el Partido Comunista supera el 30% de intención de voto y amenaza con sobrepasar a la Democracia Cristiana.

-      En España, el Partido Comunista de España, que parece compartir la línea moderada de sus camaradas italianos, es la principal fuerza de oposición en un país civilmente aplastado por cuarenta años de dictadura.


Con ese escenario, los socialdemócratas centroeuropeos no comparten la estrategia belicista de Kissinger y creen que lo mejor es promover nuevos liderazgos socialistas en el sur de Europa que intercepten la hegemonía de los partidos comunistas y de sus sindicatos. En concreto, en España, Wiilly Brand y su gente ya han llegado a una conclusión: el joven abogado Felipe González y las viejas siglas del PSOE son la mejor apuesta, y así, el congreso de los socialistas españoles en Suresnes (cerca de París) resulta un éxito, de modo que el viejo partido socialista español renacía para jugar un papel estratégico de primer orden en el sur de Europa; la calidad de los políticos extranjeros presentes en el ceremonia de clausura del congreso así lo atestigua. La hibernación del PSOE de todos esos años desde la guerra había facilitado por una parte la eclosión (clandestina) del Partido Comunista de España, PCE –el Partit Socialista Unificat de Catalunya, PSUC, en Catalunya-, con estructuras en casi todas las ciudades del país y fuertemente respaldado por Comisiones Obreras. El PCE, elegido por el propio régimen como su adversario principal , tenía el prestigio de la clandestinidad, a pesar de sus frecuentes disensiones internas. Por otra parte, la hibernación permitió la sucesiva aparición de diversos partidos socialistas de carácter regional que aquel mismo año 1974, en agosto, habían constituido en París la Conferencia Socialista Ibérica. Un mosaico. Convergencia Socialista de Catalunya (precursora del PSC), Partit Socialista del País Valencià, Partit Socialista de les Illes, Partido Socialista Galego, Eusko Sozialistak, Partido Socialista de Andalucía, Partido Autonomista Socialista de Canarias, Partido Socialista de Aragón, Convergencia Socialista de Madrid y otros grupos menores.


Con todo este embrollo, el PSOE de Suresnes tenía que competir tanto con un PCE que se había puesto como ejemplo de actuación el Partido Comunista Italiano como con el académico PSP del profesor Tierno Galván, y con ese mosaico citado más arriba de socialistas federales, y es curioso recordar que en esa lucha, mientras el PCE aceptaba en 1977 la bandera monárquica (una de las condiciones para su legalización), aún había banderas republicanas en los actos socialistas. El PSOE de Suresnes, ante la configuración del Estado español, integrado por diversas nacionalidades y regiones marcadamente diferenciadas, manifiesta que:


1) La definitiva solución del problema de las nacionalidades que integran el Estado español parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas que comporta la facultad de que cada nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español.

2) Al analizar el problema de las diversas nacionalidades el PSOE no lo hace desde una perspectiva interclasista del conjunto de la población de cada nacionalidad sino desde una formulación de estrategia de clase, que implica que el ejercicio especifico del derecho de autodeterminación para el PSOE se enmarca dentro del contexto de la lucha de clases y del proceso histórico de la clase trabajadora en lucha por su completa emancipación.

3) El PSOE se pronuncia por la constitución de una República Federal de las nacionalidades que integran el Estado español por considerar que esta estructura estatal permite el pleno reconocimiento de las peculiaridades de cada nacionalidad y su autogobierno a la vez que salvaguarda la unidad de la clase trabajadora de los diversos pueblos que integran el Estado español.

4) El PSOE reconoce igualmente la existencia de otras regiones diferenciadas que por sus especiales características podrán establecer órganos e instituciones adecuadas a sus peculiaridades.



Sí, señor, sin tapujos ni medias tintas: la sagrada voluntad popular expresada libremente como principal herramienta de decisión. Visto desde la olla de grillos que es hoy la política española, puede parecer excesivo pero en absoluto lo es, debiendo interpretarse como la afirmación del derecho a rechazar corsés impuestos que condicionan una relación que ha de corresponder a esas voluntades, (¿recordáis eso de "la Europa de los pueblos" que sí pregona el socialismo frente al actual corsé de "la Europa de los Estados" al que se aferra la derecha?).


Después, claro, vinieron las rebajas, en esa y otras cosas, el bautismo constitucional, el referéndum sobre la OTAN, el abandono del marxismo, el olvido de la causa republicana, el "café para todos" de nacionalidades, autonomias y regiones, y el eficaz pragmatismo felipista dirigido a obtener el gobierno aunque por el camino se tengan que dejar algunas cosillas. Algunos dirigentes socialistas se ponen nerviosos cuando hoy se les recuerda el programa de Suresnes. “Eso son cosas para los libros de historia, lo importante es el consenso constitucional”, Es decir que, conseguido, con gran eficacia, su objetivo primordial, que era unificar el espacio socialista, convertirse en el primer partido español y dejar a los comunistas en la cuneta de la historia, los protagonistas de Suresnes regresaron al bautismo y a la recta senda en la que no caben autodeterminaciones, ni federalismos libertarios. El congreso de Suresnes nos explica algunas cosas interesantes sobre el revés de la trama de la reciente historia de España, de forma que cuando algunos exponentes de las nuevas corrientes del PSOE (Leguina, Bono, Ibarra, el propio Pedro Sánchez…) dicen que su partido es históricamente ajeno al federalismo, a la distinción entre nacionalidades y regiones, a una España entendida como “nación de naciones” y con ácido resentimiento señalan al díscolo socialismo catalán que se debate entre admitir o no esa cosa que ha venido en llamarse "derecho a decidir" como causante de todos los males, mienten (o exhiben ignorancia). Mienten a sabiendas, porque esos personajes conocen (deben conocer) muy bien cuáles fueron las palancas sentimentales e ideológicas que usó el PSOE de Suresnes para no quedar encerrado en el armario de la historia, entre bolas de naftalina. Mienten y exhiben discursos castizos muy del gusto de la derecha mediática madrileña para ganarse su favor y sus migajas. Allá ellos. Suben y bajan por la escalera de servicio. Yendo, pues, más allá de la problemática común para toda la social democracia europea, de la que también es sujeto pasivo, el socialismo español tiene un problema grave de identidad, exhibiendo por sus dirigentes desconocimiento en el programa, e incluso organizando ataques directos sobre aspectos que una parte de la militancia considera que son (y lo son) unas señas de identidad irrenunciables, como son los referéndums o, en general, las consultas democráticas.

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1La Revolución en Portugal había puesto muy nerviosos a los militares españoles e iluminado la mirada de los antifranquistas. El primer ministro Carlos Arias Navarro era favorable a una intervención en Portugal, para ganar puntos ante Estados Unidos; la División Acorazada Brunete, previamente desplazada a Badajoz, podría atacar por la espalda a los revolucionarios portugueses. El viejo general Franco, sin embargo, era remiso, dicen algunos cables diplomáticos: Franco, que dice conocer a los portugueses, teme que un ataque español incremente la adhesión de la población a los militares de izquierda y, en la reunión reservada en la que se discutió la cuestión, el Generalísimo dijo a Arias que lo mejor era esperar. Franco, nacido en El Ferrol, siempre espera que el tiempo juegue a su favor, en tendencia que parece consolidarse para los dirigentes gallegos.

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