sábado, 6 de enero de 2024

Eva o el conocimiento.



Este año 2024 que empieza se cumplen 30 del reconocimiento global del Día Internacional de la Mujer el día 8 de marzo, pues aunque era conmemorado en muchas partes del mundo, no lo fue en Estados Unidos hasta 1994, cuando Beata Poźniak, una actriz inmigrante de Polonia, reivindicó, mediante solicitud al Congreso, el reconocimiento, pese a que, desde 1909 se conmemoraba en Estados Unidos cada último domingo de febrero el "Día Nacional de la Mujer", organizado en honor a la huelga de las trabajadoras textiles de 1908 en la que protestaron por las penosas condiciones de trabajo (Chicago y Nueva York) y unas 15 000 mujeres marcharon por la ciudad de Nueva York exigiendo una reducción de la jornada laboral, mejores salarios y derechos de voto. Esta conmemoración nos lleva a reflexionar sobre el papel atávico de la mujer escrito siempre por hombres, que no es sólo una cosa actual. Viene de antiguo. Según el mito bíblico, Adán y Eva fueron los primeros humanos que habitaron el planeta, si bien su historia y su caída representan cuestiones que van más allá de meros conflictos de pareja. Tanto el Antiguo Testamento como el Corán sostienen que Adán y Eva aparecieron en el sexto día de la creación, aunque en este sentido hay algunas discrepancias cronológicas. La única coincidencia a lo largo de todos los mitos de Adán y Eva es la sospecha de que él fue el primero en nacer. Según el Libro del Génesis su cuerpo fue creado de polvo y arcilla a través de un procedimiento de «alfarería», y su alma fue inseminada a partir de un soplo divino.


El mito bíblico afirma que Eva [en hebreo, Hawâ, se escribe Hwwh, que significa «fuente de vida», y que, de hecho, está relacionada directamente con la diosa hurrita1 Kheba, adorada en la región de Jerusalén a finales de la Edad de Bronce; para muchos, Kheba es la divinización de una mujer real llamada Kubau, que reinó sobre el trono de la tercera dinastía de Kish] fue la primera mujer del universo. No obstante, esto no impide que incluso ella tenga una historia detrás. La fuente más conocida para el mito de Eva se encuentra en el Libro del Génesis, en la Biblia. Allí se nos informa que fue creada en el Edén, pero no en cualquier rincón de este delicioso jardín, sino en el huerto. Contrariamente a lo que se piensa al oir la historia de la costilla de Adán, es decir, que Eva es un sub-producto del hombre, la realidad mítica es mucho más compleja. Eva no es creada a partir de materiales groseros como la arcilla y el barro, tal como su compañero Adán, sino del material más noble pensado por dios; es decir, el propio hombre. En este sentido conviene desechar las ideas de que Eva es una especie de residuo del varón, sino una criatura conformada a partir de la nobleza. Algunos incluso sospechan que la «costilla» simboliza en realidad el «costado de Adán» y que, simplemente, se trata de un error de traducción, algo parecido a lo que sucede con el mito de las almas gemelas dentro de los griegos, es decir, que el hombre y la mujer fueron separados para dar forma a los principios masculino y femenino, en hebreo, el Ish y la Isha, el varón y la hembra. Un filosofo romano dijo que Eva fue creada de la costilla porque era la mitad del hombre por lo tanto no era superior ni inferior: era igual al hombre. Respecto a la serpiente, siempre ha sido un símbolo de la tierra, de lo femenino, de la sabiduría; muchos intelectuales han mencionada el extraño parecido en este punto de la Biblia con la mitología griega pues las manzanas siempre han simbolizado la sabiduría y lo prohibido. El nombre Eva significa tanto «madre de lo que vive» como «dadora de vida», es decir, un epíteto para «madre», algo que se ajusta perfectamente a la primera orden de Dios: multiplicarse [Génesis 1:28]. Visto en retrospectiva aquel mandamiento parece condenar a la mujer a convertirse en un útero funcional, pero su sentido está muy lejos de eso. Dios no se dirige únicamente a Adán, sino a ambos por igual.


En este punto entra en escena la prohibición de comer del Árbol del Conocimiento del bien y el mal. En otras palabras, de comer del árbol que permite diferenciar lo bueno de lo malo. Paradójicamente, Dios formuló esa prohibición a dos seres incapaces de distinguir la diferencia entre un acto bueno y uno malo, de forma que cualquier prohibición resulta vana. (si Eva supuestamente nunca hubiera tomado el fruto y no hubieran sido exiliados ella y Adán, si todos siguiéramos viviendo en el Edén, ¿cómo sabríamos que estamos en el paraíso? Sólo podríamos creer en la palabra de Dios de que vivimos en el Edén, pero jamás podríamos saberlo con seguridad porque jamás experimentaríamos el otro extremo -el "no-paraíso", el que supuestamente sufrimos como exiliados-) .El Génesis sostiene que Eva fue engañada por la serpiente, pero tal vez las cosas no hayan sido tan radicalmente absurdas, pues Eva sacrificó el paraíso y sus dones bucólicos en favor del conocimiento. El castigo por esta trasgresión fue el nacimiento de la humanidad, es decir, de las desdichas que nos conforman como humanos; pero también revela algunos temores pluralistas de Dios, que en ese punto del Génesis el Señor parece olvidar momentáneamente que es Único y Omnipotente, y habla de sí mismo como si fuesen muchos: «El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida, lo coma y viva para siempre.» [Génesis 3:22]. El trato que Dios le ofrece a Adán y Eva tiene cláusulas inadmisibles ya que para vivir en el Paraíso es necesario prescindir del conocimiento, algo que Eva no estaba dispuesta a tolerar. Si Eva fue creada de Adán, a imagen y semejanza de su creador, ¿cómo se explica que ninguno de ellos tuviese discernimiento entre bien y mal? O ella ya lo tenía, pero su libre voluntad de elección (el símbolo de la serpiente, que en muchas culturas es señal de vida, sabiduría y conocimiento), fue el móvil de su libre albedrío. El supuesto engaño de la serpiente solo puede ser considerado como tal si nos ubicamos en un lugar parcializado de la situación; todo engaño supone un ardid por el cual se busca perjudicar la situación del otro: si pensamos que la vida en el Edén, con sus revoluciones constantes y previsibles, su ausencia de conocimiento y su proverbial falta de emoción, es un bien deseable, entonces podemos creer que Eva efectivamente fue «engañada» por la serpiente. Si en cambio creemos lo contrario, es decir, que un Edén sin autonomía e ideas propias no puede ser llamado «Paraíso», los términos de aquel engaño se invierten por completo.


Ahora bien, sal
iendo por un momento del mito bíblico de Eva y buscando su pasado en otras mitologías, en Sumeria, por ejemplo, donde la diosa Ninhursag creó un exhuberante valle y le cedió su control a Enki, su hermano y amante. Finalmente Enki se distrae de su tarea y es castigado por Ninhursag con tremendo dolor «en las costillas». Otros dioses interceden por él y la diosa alivia su dolor «arrancándole una costilla» y creando con ella a la diosa Ninti, que significa literalmente: «La dama de la costilla» [Nin, «dama», y Ti, «costilla»], pero el vocablo Ti posee dos significados distintos, que para los sumerios estaban estrechamente vinculados. Por un lado significa «costilla», y por el otro «vida». De modo que «vida» y «costilla» son términos que apuntan a una misma idea; en consecuencia, Ninti es tanto la «Dama de la Costilla» como la «Dama de la Vida», un nombre y una historia notablemente similar a la de Eva. El Antiguo Testamento señala que la razón por la que Dios crea a Eva es para convertirla en Ezer Kenegdo, un término hebreo prácticamente intraducible. Kenegdo significa «al lado», pero también «opuesto» o «contraparte»; y Ezer indica la intervención activa de alguien sobre otra persona, una influencia, si se quiere; en este sentido, la función de Eva desde la perspectiva divina es acompañar a su esposo. No obstante, Dios no bautiza a Eva, no le da ningún nombre propio. Es Adán quien lo hace, y la razón de esto es la misma por la cual Dios permitió que Adán nombrase a cada planta y animal del Edén: darle autoridad sobre cada cosa creada. Los primeros hebreos creían en un dios hombre y una mujer, Asherah, que era representada en la serpiente, es la que los tienta con el conocimiento, castigándolos Dios por querer ser como él, desterrándolos y dándoles libre albedrío; Asherah es eliminada por la doctrina de la iglesia para someter a la mujer. Volviendo a la Biblia, esta historia, la de Adán y Eva y el Edén, es una de las que más fascinan y a la vez más se detesta porque ha sido la excusa perfecta durante toda la historia para inferiorizar a las mujeres, culparlas y castigarlas por algo y también porque es un perfecto ejemplo de cómo se deforman y mutilan historias (ya sean mitológicas o no) para utilizarlas en contra de un grupo colectivo (en este caso, la Iglesia y la sociedad contra las mujeres). Si la historia hubiese seguido el curso manso de las actitudes de Adán, siempre predispuesto a aceptar las prerrogativas divinas, entonces quizás todavía estaríamos habitando en el paraíso, pero en un paraíso contradictorio, donde lo bueno y lo malo se confunden y donde la sabiduría está prolijamente ausente. Bajo esos términos, el sacrificio de Eva justifica cualquier infortunio posterior. A ella le debemos el primer razonamiento, la primera decisión de la humanidad: sacrificarse a uno mismo por el conocimiento; aún cuando ello nos lleve a alejarnos de Dios. También podríamos razonar que un Dios que prohibe el conocimiento no merece ser considerado como tal. No obstante, algo indefinible nos inclina a sospechar que el conocimiento genuino solo se adquiere mediante el trabajo y el sacrificio, algo que Eva intuyó mucho antes que su manso consorte.


Ya expulsados del Edén, Adán y Eva se enfrentaron a un mundo hostil, donde los frutos no brotaban como por arte de magia, sino que había que ganárselos con trabajo y perseverancia. Así llegaron sus primeros hijos, Abel, Caín, Set, y muchos otros. Dejando de lado estas teorías sobre Eva como mujer real [se pueden consultar dos libros muy interesantes al respecto: Cuando Dios era Mujer (When God was a Woman, de la historiadora Merlin Stone —titulado originalmente Los Papeles del Paraiso: La Represión de los Ritos de la Mujer (The Paradise Papers: The Suppression of Women's Rites) porque estudia el significado y las representaciones del Sagrado Femenino, o Feminidad Sagrada, a través de las culturas más antiguas, un estudio acerca de los arquetipos de la mujer, no ya como doncellas en apuros, y mucho menos como brujas, sino como líderes sociales y religiosas, de forma que plantea la idea de que nuestra sociedad actual, basada en el Patriarcado, se encuentra desequilibrada, precisamente porque la mujer ha sido relegada a un rol secundario y servil en relación a los varones.—) y La Diosa hebrea (The Hebrew Goddess, del historiador y antropólogo judío Raphael Patai, donde se argumenta que la religión judía históricamente tenía elementos de politeísmo, especialmente la adoración de diosas y un culto a la diosa madre)], conviene decir algo sobre su rol en el mito bíblico. Eva es la primera mujer creada: Ishah, que significa «mujer», y esta palabra resume toda una cosmovisión acerca de la mujer como subproducto del hombre, ya que Ishah deriva directamente de la palabra «hombre»: Ish. El Génesis nos dice que Eva fue creada a partir de una costilla de Adán; pero, ¿fue realmente así? La Biblia jamás usa la palabra hebrea para «costilla». En cambio, el Génesis utiliza el término tsela, que significa «costado», aunque éste proviene del asirio selu, «costilla». La confusión acerca de si Dios creó a Eva a partir de una costilla se debe, posiblemente y como ya se ha apuntado, a un problema de traducción. El Génesis utiliza un término singular para ese «costado» del que hablábamos: Eḫad. Si pensamos en algo individual extraído del costado de un ser humano, es lógico considerar que se trata de una costilla. La primera traducción griega del Antiguo Testamento, sobre la cual se basan absolutamente TODAS las versiones posteriores, sostiene que Dios extrajo algo del pleurōn de Adán. Esta palabra, cuyo singular es pleurá, significa «costado», «flanco», y, en un sentido metafórico, «costilla». Durante siglos se ha entendido que la creación de Eva a partir del propio cuerpo de Adán es un signo de inferioridad. Sin embargo, Dios elige una porción significativa de su cuerpo para dar forma a Eva, no elige ninguna extremidad, sino su «costado», otorgándole de este modo una posición de igualdad con respecto a él. Y más aún, mientras que Adán fue creado a partir de extrañas combinaciones de materia inerte, Eva fue concebida a partir de la vida, siendo ella misma la depositaria de ese gérmen creativo, velado eternamente para los hombres, meros artilugios de arcilla. Hay que finalizar con Mark Twain, que tradujo la sensación adánica de indiferencia por el Paraíso en el relato fantástico El diario de Eva (Eve's Diary) y donde Adán, al final, de pie frente a la tumba de su amada, murmura las siguientes palabras: “Dondequiera que estaba ella, ahí estaba el Edén.

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1 Hórreos en el Antiguo Testamento, surabitas en los documentos de Babilonia, fueron un pueblo que habitó en la antigüedad una región centrada en el norte de Mesopotamia, lo que comprende los actuales sudeste de Turquía, norte de Siria e Irak y noroeste de Irán.

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