martes, 30 de abril de 2024

Se fue...



Tempus fugit decían los latinos, y nada es más cierto que el tiempo vuela y que todo lo que nos parece importante en realidad son motas de polvo en la tempestad que es el Universo, por eso cuando se nos ofrece la confesión sincera de una de las mejores cantantes en castellano de todos los tiempos que se reconoce pequeña, no puedes por menos que admirarte de lo claro que lo tenía todo y de lo dolorosa que fue su pérdida. Ella fue abanderada de ideas de igualdad que si hoy son normales es porque muchos lucharon por ellas, y dio voz a muchas mujeres que querían tener la libertad de elegir su destino y no ser tratadas como seres inferiores, lo que no suponía que dejaran de ser femeninas ni orillar sus sentimientos, no, ellas eran y son todo, capaces de amar con felicidad plena y sufrir con agonía cuando el amor se va. Cecilia fue una de las que luchó en primera línea en tiempos en los que España todavía estaba gobernada por la Dictadura que en lo económico podía estar abriéndose, pero en lo social estaba anclada en el tradicionalismo que tenía en la sumisión de la mujer uno de sus pilares. Es, quizá, tarde para que Evangelina Sobredo Galanes no haya tenido una nueva entrada en este blog. Ella fue una cantautora decisiva para el nacimiento del movimiento feminista en una época como los años finales de la Dictadura en España y derrochó a partes iguales arte y valor para defender sus ideas y convicciones de su prematura muerte. Muchos no la conoceréis por su nombre de pila sino por el artístico, Cecilia, que nace en Madrid en 1948 y como su padre era un militar y diplomático, fue destinado en numerosas ocasiones al extranjero, y ella aprendió inglés, francés y sobre todo conoció de primera mano lo que era vivir en sociedades democráticos. Al principio alternó temas en inglés y en castellano, pero ya su primer disco se decanta por su lengua natal y alcanzará gran difusión merced a su canción Dama, Dama que escandalizó a parte del público por lo descarnada de su crítica a la alta sociedad. En 1975 consigue su mayor éxito con Un Ramito de Violetas; además ese mismo año representará a España en el Festival de la OTI con la magnífica Amor de Medianoche. En 1976, cuando estaba en lo más alto de su carrera y plenamente ilusionada con la Transición política, su coche se estrella contra un carro de bueyes en Zamora y muere en el acto con tan sólo 27 años, dejando temas inéditos de la calidad de esta Desde Que Tú Te Has Ido, perteneciente al disco recopilatorio de igual nombre que se publicó en 1996, 20 años después de su muerte. La voz de Cecilia fue rescatada y digitalizada desde una maqueta que grabó como prueba sólo con su voz y la guitarra.

lunes, 29 de abril de 2024

Un poeta desconocido.



Tal día como hoy, 29 de abril, en1985, nos dejó el poeta uruguayo Serafín José García Correa, considerado el máximo exponente de la poesía gauchesca, integrante de una familia de viejo arraigo en el país; sus bisabuelos por ambas ramas tuvieron participación en las luchas por la independencia nacional
(se dice que su madre lo nombró José porque ella era devota de San José).

A los 5 años se trasladó con su familia a la ciudad de Vergara, donde cursó el ciclo de Enseñanza Primaria. No tuvo otros estudios, habiendo realizado su formación cultural en forma enteramente autodidacta. Fue empleado de farmacia, aprendiz de tipógrafo, y poco después de cumplir los veinte años ingresó a la Policía operando como telefonista y encargado del Archivo. Modesto guardia, desconocido poeta y literato, en 1935 comienza a dedicarse a una larga existencia al servicio de la poesía y de la literatura gauchesca del Uruguay. En el año 1936, a poco de ser publicada su primer obra "Tacuruses", Serafín José García recibiría por su obra el "Premio Ministerio de Instrucción Pública". En 1940, Serafín J. García solicita el retiro y se traslada definitivamente a residir en Montevideo. Es autor de los siguientes libros: "Tacuruses" (1936), "En carne viva" (1937), "Tierra Amarga" (1938), "Burbujas" (1940), "Barro y Sol" (1941), "Asfalto" (1944), "Raíz y Ala" (1949), "Romance de Dionisio Díaz" (1949), "Las Aventuras de Juan el Zorro" (1950), "Agua Mansa" (1952) y "Flechillas" (1957). Muchos de sus poemas y cuentos han sido traducidos al inglés, al francés, al portugués y al italiano. Su obra más exitosa y popular ha sido "Tacuruses", libro que lo mismo se encuentra en la biblioteca del hombre refinado y culto que en la maleta del tropero o en el humilde baúl del peón de estancia o del agricultor. Una muestra, que no es texto usado en enseñanza, no ha gozado del favor de las clases cultas, no es objeto de estudios críticos. Casos como estos revelan la necesidad de instrumentar estudios de sociología e ideología de la creación, la recepción y la difusión de las obras literarias, de los cuales nuestra cultura está ayuna

Piona

Dende muy gurisita
se te gana en la ropa y en el cuero
ese tufo emperrao de las cocinas
qu’es mestura de hoyín, de humo y de sebo,
y atrás del que anda siempre’l macherío
como perrada hambrienta atrás de un güeso.
 
No bien los catorce años
t’encarosan los pechos
y la naciente redondés de’l’anca
t’enyena el vestidito’e percal viejo,
ya el algariao patrón, o el mayordomo,
andan buscando ande tumbar tu cuerpo.
 
Y en cuanto t’hincha el vientre’l primer hijo,
ya se cren con derecho
a un lugar en tu catre y en tu carne
hasta los pobres piones galponeros,
porque vos, infelís, sos en el campo
láunica cosa que no tiene dueño.
 
Cuasi no hay año que no echés al mundo
un gurí rubio, amulatao o negro,
porqu’en las noches emparejadoras
se confunden los pelos,
y más si son dos vidas solitarias
las qu’entreveran sangre y sufrimiento.
 
Uno aquí y otro ayá, por las estancias
—pelusa’e cardo qu’esparrama el viento—,
esos hijos sin padre se te quedan,
mientras vos ves gastarse tu deseo
de ajuntarlos un día
en un rancho con sol, alegre y nuevo.
 
Y así vas, de hombre en hombre,
de cocina en cocina envejeciendo,
hasta qu’inútil ya, descangayada,
sin servir pal fregón ni pa los besos,
terminás cuasi siempre tu esistencia
cebando mate’n un quilombo’e pueblo!
 
 

 


sábado, 27 de abril de 2024

El(los) miedo(s).

 


El miedo inculcado -
históricamente por la religión o por las dictaduras- puede ser, y de hecho es, un factor de dominación. Pero también el miedo es considerado como una acción refleja ante un peligro inminente. El primero paraliza, el segundo genera una reacción. A pesar de que desde hace ya unos meses estamos enfrentando una pandemia (que no ha acabado), la mayoría de nosotros todavía no estamos acostumbrados a ella; puede que no se entienda totalmente de qué se trata, o tal vez resulte imposible asegurarte de que tú y tus seres queridos estaréis a salvo. Es perfectamente normal estar un poco asustado, pero solo porque sea normal no significa que nos haga sentir bien. El miedo es una de las emociones básicas que todo el mundo siente en un momento u otro. A menudo sentimos miedo cuando percibimos una amenaza, ya sea real o imaginaria. Tal vez no lo parezca, pero el miedo puede ser algo bueno (otra cosa es que guste sentirlo) porque estar asustados es lo que nos hace actuar para protegernos: si no tuvieras miedo de contraer el Covid-19, probablemente no seguirías las reglas de higiene o de usar una máscara. El miedo se convierte en algo malo cuando no se puede dejar de pensar en lo que asusta o si está interrumpiendo las actividades diarias. Si se está en modo de pánico total, es importante tomar algunas medidas para ayudar a reducir el nivel de miedo y adaptarse mejor a la situación. Miedo, vergüenza, ansiedad, frustración o culpa. A lo largo de nuestra vida, estas sensaciones conviven con nosotros en multitud de situaciones en las que nos vemos involucrados. Son sentimientos negativos que nos producen una gran inseguridad, dominando y definiendo nuestra vida gran parte del tiempo. Sin embargo, el problema no radica en el miedo, sino en cómo percibimos, entendemos y gestionamos esas emociones. Haciendo un rápido recorrido histórico, cuando los vikingos invadieron Francia en el 845, derrotaron con facilidad a todas las tropas que les envió el Rey Luis y como el ejército del rey tenía una ventaja de 10 a 1, entre los francos corrió el mito que los vikingos no conocían el miedo. Claro que conocemos el miedo, dijo Ragnar, solo que no lo fomentamos. El miedo lleva a la servidumbre, la obediencia y la esclavitud, que es un destino mucho peor que morir en batalla. Nosotros no adoramos a un jefe, es uno más, elegido momentáneamente, discutimos todo en asambleas, y nuestras mujeres son libres. Hace 6000 años los manipuladores descubrieron que el miedo servía para esclavizar a las personas, y comenzaron a fomentarlo. Ni siquiera debía ser un miedo a algo tangible, es más, mejor que no lo fuese, pues tanto servía a un demonio, a un dios vengativo o a un universo perverso; el miedo hizo que 150.000 egipcios agotaran sus vidas arrastrando piedras de 12 toneladas por el Sahara, para construir la Gran Pirámide. ¿Quién se lo ordenaba? Un faraón, sus ministros y dos arquitectos. No más de 14 personas. Y el miedo hizo que padres entregaran a sus hijas para ser quemadas por brujas, o a sus hijos para ser sacrificados en un altar, o en las trincheras de Verdún. A veces hubo gente que no se sometió, en el año 1.000 un grupo de jóvenes de la Isla de Bora Bora se cansó de los sacrificios humanos que habían convertido el paraíso en un infierno, cargaron un barco con comida y animales y se hicieron a la mar, navegando 22 días sin saber adonde iban, hasta encontrar unas islas deshabitadas a las que llamaron Hawaii. Antes de bajar se prometieron que nunca más habrían sacrificios, que si alguien quería honrar un dios, que lo haga con flores. Nuestros niños y niñas y los cachorros, nacen sin miedo, el miedo es cultural.


Desde la infancia
se ha aprendido a vivir con miedos y por ello nos hemos acostumbrado; enfrentarlos no es una tarea fácil, pero es el camino para dominarlos y poder llevar la vida que uno quiere y merece. Por suerte, en los últimos años se ha visibilizado mucho poder compartir que todos sufrimos miedos e inseguridades, por lo que tenemos a nuestra disposición muchos recursos que nos permiten tener algo de apoyo en la palma de nuestra mano, de forma sencilla y privada. La imaginación es algo maravilloso, sin embargo, puede acabar dañando cuando no se es capaz de apartar la atención de lo que se teme, magnificando los miedos y haciendo que la situación parezca mucho peor de lo que realmente es. En lugar de dejar que tu imaginación permanezca en lo que te aterra, úsala para superar el miedo, escoge un momento en el que estés calmado, cierra los ojos e imagínate una situación en la que normalmente tendrías miedo. También es físico: las emociones se experimentan en el cuerpo en forma de opresión en el pecho, dolor de estómago y sudoración entre otras, de forma que, normalmente, cuando se activa un nivel de alerta considerable, las personas tienden a hiperventilar, esto es, hacer respiraciones cortas y demasiado rápidas, provocando una serie de reacciones corporales que rápidamente se convierten en un ataque de ansiedad y, para superarlos, se empieza con el control de la respiración; afortunadamente, la respiración profunda no es complicada. Una vez que se ha reconocido que se está sintiendo miedo, es bueno detenerse y concentrarse en la respiración, inspirando y luego soltando el aire lentamente para conseguir relajarse físicamente. ¿Cuál es el miedo número uno que tienen las personas cuando tratan de lograr sus objetivos? El fracaso. Pero como el dolor, el fracaso puede enseñar y de hecho, es a menudo, mejor maestro que el éxito; si se acepta desde el principio que el fracaso es una parte inevitable del éxito, se le tendrá menos miedo. Todo el mundo fracasa: dueños de negocios, líderes mundiales, chefs, artistas, científicos y doctores mas nuestra sociedad rehúye hablar de fracaso, y en su lugar sólo celebra los éxitos, lo que crea la falsa impresión de que para ser verdaderamente exitoso nunca se debe fracasar. Pero parte de la superación del miedo es reconocer que todos los habitantes del planeta han fracasado en algún momento de su vida.


Pero hay un miedo que no sabemos cómo afrontar, a pesar de ser la única certeza absoluta que tenemos desde que adquirimos uso de razón; muy poca gente consigue vencer el miedo a la muerte porque nadie nos prepara, ni nos enseña a vivir sabiendo que, con total seguridad, vamos a morir.
Aprovechamos aquí algunas reflexiones sobre el tema de Bertrand Russel en Estoicismo y salud mental que, nos parece, siguen siendo válidas. Hay varios modos de enfrentar el miedo a la muerte. Podemos tratar de ignorarla; podemos no mencionarla nunca, y tratar siempre de volver nuestros pensamientos en otra dirección cuando nos sorprendamos meditando sobre ella. Éste es el método del pueblo mariposa en La máquina del tiempo de George Wells. O podemos adoptar el sistema completamente opuesto, y meditar continuamente sobre la brevedad de la vida humana, en la esperanza de que la familiaridad engendre desprecio; éste fue el método adoptado por Carlos V en el claustro después de su abdicación. Existe una tercera vía, muy difundida, que consiste en persuadirse, y persuadir a los demás, de que la muerte no es la muerte, sino la puerta de una nueva y mejor vida. Estos tres métodos, combinados en proporciones variables, revisten la adaptación de la mayor parte de la gente a la inquietante realidad de que hemos de morir. Sin embargo, hay objeciones que hacer a cada uno de estos métodos. El intento de evitar pensar en temas emocionalmente interesantes nunca tiene éxito, y lleva a varios tipos de irregularidad indeseables. Claro que es posible, en la vida de un niño, evitar el conocimiento de la muerte en cualquier forma hiriente, durante los primeros años. Que así se consiga o no, es cuestión de suerte pero si alguien cercano muere, nada cabe hacer para impedir que el niño adquiera una conciencia emocional de la muerte; más tarde o más temprano llegará a conocerlo; y en los que no se hallan preparados en absoluto, es probable que cuando ello ocurra se produzca un serio desequilibrio. Por tanto, hemos de procurar establecer una actitud hacia la muerte distinta de la mera ignorancia de su existencia. La práctica de la constante y triste meditación sobre la muerte es igualmente dañosa, es un error pensar demasiado exclusivamente acerca de cualquier tema aunque, por supuesto, podemos actuar de modo de posponer la idea de nuestra propia muerte, y dentro de límites, pero no podemos evitar morir al final, con lo que éste resulta un tema de meditación inútil y, además, tiende a reducir el interés del hombre por otras personas y por los acontecimientos, y sólo los intereses objetivos pueden preservar la salud mental. El miedo a la muerte hace que el hombre se sienta esclavo de fuerzas externas, y de una mentalidad de esclavo no cabe esperar ningún buen resultado. Si alguien puede verdaderamente curarse a sí mismo del miedo a la muerte por medio de la meditación, dejará de meditar sobre el tema; en tanto éste absorba sus pensamientos, no habrá dejado de temerla. Y este método, por tanto, no es mejor que el otro. Y la creencia en la muerte como puerta de entrada a una vida mejor debería, lógicamente, impedir que el hombre sintiera el menor miedo de ella. Pero no se ve que los creyentes en una vida futura tengan menos temor a las enfermedades o sean más valientes en las batallas que aquellos que piensan que con la muerte acaba todo. En algunos casos, la fe religiosa puede valer, pero no en la mayor parte del género humano y, además de las razones conductistas, hay otros motivos: uno es cierto grado de duda que persiste a pesar de la más ferviente profesión de fe, y que se manifiesta en forma de cólera contra los escépticos; otro es el hecho de que los creyentes en una vida futura tienden a dar más importancia, y no menos, al horror que iría unido a la muerte si sus convicciones fuesen infundadas, aumentando así el temor de aquellos que no se sienten absolutamente seguros…


Si
un niño pregunta: "¿Me moriré?", deberemos contestarle: "Sí; pero probablemente dentro de mucho tiempo" porque es importante evitar todo sentimiento de misterio en relación con la muerte. Debería incluírsela en la misma categoría que la rotura de un juguete. Pero, ciertamente, lo más deseable es hacerla aparecer, si es posible, como algo muy remoto mientras los niños son pequeños. Si el niño disfruta de un ambiente en general amistoso y es feliz, podrá sobreponerse sin muchos padecimientos al dolor de cualquier pérdida que pudiera sobrevenirle. El impulso de vida y la esperanza deben ser suficientes, supuesto que existan las oportunidades normales de desarrollo y felicidad. Cuando muere alguien importante para el niño, la cuestión es compleja: suponed, por ejemplo, que pierde un hermano; los padres sufren y, aunque puedan no querer que el niño sepa cuánto sufren, es normal y necesario que el niño perciba algo de lo que padecen. El afecto natural es de la mayor importancia, y el niño debe darse cuenta de que sus mayores lo sienten. Además, si, gracias a un esfuerzo sobrehumano, consiguen ocultar su pena al niño, éste puede pensar: "No les importaría tampoco que yo me muriera" y tal pensamiento podría suscitar toda clase de elucubraciones morbosas. Por tanto, aunque la impresión producida por un acontecimiento tal es peligrosa cuando tiene lugar en la última infancia (en la primera infancia no sería muy profundamente sentida), si la desgracia ocurre, no debemos minimizaría demasiado. El tema no debe ser evitado ni sobrevalorado; debe hacerse lo posible, sin ninguna intención demasiado obvia, por crear nuevos intereses y, sobre todo, nuevos afectos. Durante la adolescencia, sin embargo, hay necesidad de algo más positivo, en cuanto se refiere a una actitud hacia la muerte, para que la vida de adulto sea satisfactoria. Todo el mundo conoce la historia del muchacho cuyo padre le decía, mientras le pegaba con un bastón: "Hijo mío, esto me duele a mí más de lo que pueda dolerte a ti", a lo que respondió el muchacho: "Entonces, padre, ¿quieres que sea yo el que te pegue?". El adulto deberá pensar poco en la muerte, tanto en la propia como en la de las personas a las que ama, y no porque deliberadamente vuelva sus pensamientos a otras cuestiones, sino a causa de la multiplicidad de sus intereses y actividades. Cuando se piensa en la muerte, es mejor hacerlo pausadamente y con calma, sin tratar de reducir la importancia del tema, sino con cierto orgullo de sobreponerse a la idea. El principio es el mismo que en el caso de cualquier otro terror: la contemplación resuelta del objeto terrorífico es el único tratamiento posible. Hemos de decirnos a nosotros mismos: "Bien, sí; sucederá. ¿Y qué?". Si esta actitud ha de ser sincera y profunda en la vida del adulto, es necesario que, en la adolescencia, el joven se sienta arder de generoso entusiasmo y que edifique su vida y su carrera en torno de ello. La adolescencia es la edad de la generosidad, y debe emplearse en la formación de hábitos generosos. El miedo a la muerte es solamente uno de los muchos que pueden tratarse: el miedo a la pobreza, el miedo al dolor físico, el miedo al parto,... Todos estos temores son enervantes pero si adoptamos la teoría de que la gente no debería preocuparse por tales cosas, nos inclinaríamos también a adoptar la teoría de que no es necesario hacer nada para mitigar los males. Evidentemente, debe haber un equilibrio. Es imposible hacer suave y agradable la vida toda, y, por tanto, los seres humanos deben ser capaces de adoptar una actitud apropiada a los aspectos desagradables; pero hemos de tratar de conseguirlo con el mínimo posible de incentivo a la crueldad. Cuando el infortunio nos amenaza, hay dos modos de afrontar la situación: tratar de evitar la desgracia o decidir recibirla con entereza: el primer método es admirable, cuando es posible sin cobardía; pero el segundo es necesario, más tarde o más temprano, para quien no esté dispuesto a ser esclavo del miedo. Esta actitud constituye el estoicismo aunque el lugar del estoicismo en la vida ha sido, tal vez, un tanto subestimado en los últimos tiempos.


jueves, 25 de abril de 2024

Negros y blancos.



Cuando mencionamos teclistas que han influenciado la escena del Blues, del Soul y del Rock es imprescindible hablar de Booker T. Jones, un músico fuera de serie, especializado en el órgano Hammond, reconocido por ser lider y compositor de su grupo Booker T. & The M.G.´s y por ser una pieza clave para el sonido de Stax Records, durante los años 60. Para ponernos un poco en contexto, Motown y Stax fueron responsables de los más grandes hits del Soul afroamericano en los sesenta del pasado siglo; si bien Motown tenía a The Temptations, The Supremes, Marvin Gaye y a unos jóvenes Stevie Wonder y Michael Jackson (con los Jackson Five), Stax Records tenía a Otis Redding, Isaac Hayes, Wilson Picket, Albert King, y desde luego a Booker T. & The M.G.´s quienes, gracias a las ideas musicales y a los arreglos que hicieron para los artistas en Stax, se volvieron muy respetados. Pero la popularidad no estaba solo en producir y arreglar, estaba en los hits que Booker T. hizo al lado de los M.G.´s, de eso no hay duda. En 1979 Booker T y su grupo volvieron a los primeros puestos de las listas de éxitos ingleses con una reedición de 'Green onions', su éxito de 17 años antes. Una de las pocas bandas de los años sesenta compuesta por blancos y negros, con ese sonido enriquecido por los solos de órgano de Booker T., estaba capturando la imaginación de una nueva generación de seguidores. Esos chicos blancos y negros representaban oficialmente el llamado sonido Memphis. Booker T. and The M.G.´s se convirtieron en leyenda viva poseedores de un groove sin igual que muchos atribuían, precisamente, a ser una de las primeras agrupaciones conformadas por blancos y afroamericanos, un dato no menor si contextualizamos la situación racial de los años 60 en Estados Unidos. Aquel rhythm and blues compulsivo pero también refinado y cool había sobrevivido al momento de gloria del soul y al colapso de compañías tan prestigiosas como Stax. 'Green onions' se había convertido en un tema mítico, ligado indisolublemente a los años sesenta, tanto como para ser incluido en la película American Graffiti, de George Lucas, y en Quadrophenia, de Frank Rooddam: es decir, que aquel tema era adecuado como banda sonora para la vida tanto de los jóvenes estudiantes californianos de 1962 como de los "mods" en el Londres de 1964. The MG’s sabían trabajar con precisión y puntualidad en estudio, y sabían caracterizar a la perfección su música; su secreto estaba en tener un sonido potente pero también refinado en las secciones rítmicas, eficaces y relajadas. Es un sonido cool, que con frecuencia contrasta con el estilo emotivo de los cantantes, pero que ha dado discos adecuados a todos los gustos y, sobre todo, a todos los tiempos. Eran incansables: trabajaban como grupo en directo de Otis Redding, y en sus ratos libres estaban en el estudio de grabación para registrar sus temas o también versiones de otras canciones. Por cierto, la fascinación de Booker T. & The MG´s con los Beatles se vería reflejado en el Álbum de 1971 titulado McLemore Avenue, que resulta ser desde el nombre, un buen tributo al Abbey Road (ambos discos llamados así por el nombre de la calle donde se encontraban sus estudios), el cual lo tocan canción por canción con arreglos muy originales gracias a ese sonido Stax que desarrollaron. A finales de los sesenta, The MG’s empezaron a adoptar un estilo más ligero y menos blues, enfilando una serie de éxitos consecutivos: 'Hip hughery Groovin'', 'Soul limbo', 'Hang'em high' y 'Time is tight' con el que los recordamos aquí, parte de la banda sonora escrita por Booker T. para la película, comprometida con el movimiento negro, 'Uptight'.


miércoles, 24 de abril de 2024

Los relojes y la música.



Por activa y por pasiva se ha afirmado que
el compositor austríaco Franz Joseph Haydn (1732-1809) fue el creador de la sinfonía y del cuarteto de cuerda, algo que sólo es relativamente cierto en el segundo caso puesto que antes de Haydn se habían escrito sinfonías. Franz Joseph Haydn nace en el seno de una humilde familia numerosa y entra como niño cantor en la catedral de Viena. Estudió las sinfonías de Emmanuel Bach pero sobre todo las de los sinfonistas vieneses, como explica en una carta. “Nunca tuve verdaderos maestros. Siempre empecé por el lado práctico, primero cantando y tocando instrumentos, luego componiendo. Escuché más música de la que estudié, pero puedo decir que fue la mejor posible entre todas las de mi época, y Viena era un gran centro para desarrollar tal actividad”. Un nuevo estilo se estaba forjando durante esta época, en el que la esencia de su filosofía podía resumirse en la búsqueda de la voz interior (en esta revolución estética aparece el Werther de Goethe); podríamos llamarla como una primera crisis romántica, un modo de entender la vida más apasionado, con lo cual aumenta la expresividad de la música, que se hace más introvertida, más personal, expresando los sentimientos internos mediante la búsqueda de efectos dramáticos, usando los modos menores y los silencios. Haydn, cansado, regresó a Viena donde se compró una casa. Su mayor disgusto fue no poder encontrarse con Mozart, que había fallecido durante su estancia en Londres. Entre los alumnos que tenía Haydn se encontraba un joven Ludwig van Beethoven del que encontraba que sus obras eran demasiado nuevas para lanzarlas a la publicación, pero después escribía una carta en la que afirmaba que los entendidos en música consideraban a Beethoven como uno de los grandes compositores europeos del futuro. A pesar de todo, Beethoven no consideraba satisfactorio tener un maestro como Haydn y se buscó un segundo, Schenk, un pianista vienés. Cuando se enteró Haydn, las relaciones entre ambos se enfriaron y nunca más se relacionaron. Políticamente, como afirmación de su apoyo a la Casa de Austria, compuso el himno “Gott erhalte Franz der Kaiser”, cuya idea le había sugerido el himno inglés “God save the King” compuesto por Händel y para enfrentarlo con el francés “La Marseillaise” y que en la actualidad, con distinta letra, es el himno alemán. La lista de 104 sinfonías de Haydn adolece de ciertos errores y no contiene dos obras de juventud (conocidas ahora como sinfonías A y B) por lo que podemos afirmar que Haydn en realidad escribió 106 sinfonías y, curiosamente, no lo hizo ni al comienzo ni al final de su carrera. Recordamos hoy a Haydn con el segundo movimiento de la “Sinfonía Nº 101 en re mayor”, El reloj, llamada así porque en el tiempo lento el acompañamiento imita el tic-tac de un péndulo. (era el modo comercial como se presentaban las obras en los conciertos, en una época de fuerte competencia entre las diversas sociedades promotoras). En el segundo movimiento, andante,el más conocido, encontramos el famoso tic-tac realizado por las cuerdas en pizzicato, acompañadas por el fagot, imitando al antiguo continuo. Los violines despliegan sobre este fondo una agradable melodía. Mas adelante, al reaparecer el tema principal, nos encontramos con la sorpresa de que el tic-tac ha pasado a la flauta, tocando en la zona aguda. El tema principal desarrollado por los violines es adornado por las ornamentaciones de la flauta. El movimiento termina lentamente con tres acordes en piano, como si se le hubieran acabado las fuerzas (al parecer, Haydn suprimió dos acordes en forte que estaban en el original).


martes, 23 de abril de 2024

Música ¿demoníaca?



Si hay algo que año tras año no falta a su cita al empezar la época estival es la canción del verano, un tema musical de estribillos pegadizos y que suena a todas horas en todas las emisoras de radio, televisiones y chiringuitos que se precien. El concepto, tal y como lo conocemos actualmente, nació en Italia
al convocar un concurso con el que encontrar nuevos artistas que sacasen un disco y aprovechar las ventas, tal y como venía sucediendo en invierno con el prestigioso Festival de San Remo. El concurso fue llamado ‘Un disco per l’estate‘ (Un disco para el verano) y se componía de dos fases: la primera se emitía por la radio y la fase final era televisada por la RAI. A lo largo de varias semanas la gente desde su casa podía elegir su canción favorita enviando una tarjeta postal con su voto. El éxito propició que la idea traspasase fronteras hacia otros países y aterrizase en España, aunque cabe destacar que algunos programas ya lo habían puesto en práctica y también escogieron sus propias canciones del verano, lo que ha llevado a que no haya un consenso sobre cuál fue ‘la primera canción del verano en España’ y mientras algunos apuntan hacía el tema ‘Juanita Banana’ de Luis Aguilé, otros señalan a Los Bravos con ‘La moto’ o su otro tema ‘Black is black’, con el que alcanzaron la fama internacional. De todos modos, sea cual fuere la primera canción, el artista que se lleva la corona como rey de la canción del verano es, sin lugar a dudas, Georgie Dann. Pero la canción del verano tampoco se libraba de la censura: a principios de la década de los 70 apareció en el panorama musical español un grupo que hacía una música fresca y desenfadada. El nombre del conjunto era ‘Doctor Pop’ y grabó el tema ‘Sofíacon todos los ingredientes para convertirse en la ‘canción del verano’ de ese mismo año, pero poco tiempo después de aparecer el single, la dirección de la discográfica recibió una llamada de las altas instancias del país que obligaba a la retirada de los puntos de venta de todas las unidades de ese disco y el motivo por el que se censuraba dicha canción era por el título ya que la canción trataba de una chica trasnochadora, que llevaba vestidos ajustados y a la que le gustaba demasiado salir a bailar hasta el amanecer. Y, casualmente, Sofía era el nombre de la, por aquel entonces, princesa y futura reina de España. La coincidencia en el nombre podría llevar a demasiados equívocos, malentendidos y sorna, algo que la dictadura franquista (a través de la censura) quiso evitar, obligando a retirarla del mercado. Como dicha orden supuso un importantísimo perjuicio económico, de los propios discos, carpetas, publicidad, posters, etc., la única solución que vieron, para intentar rentabilizar la canción era cambiándole el nombre de la protagonista, modificándolo en el título y la letra de la canción, por lo que poco tiempo después apareció titulada como ‘Lucía’. Caso aparte, por lo curioso, en 2002 es el que afecta al tema de verano Aserejé, que se apoderó del conocimiento colectivo por su particular letra y coreografía, con la cual el grupo Las Ketchup saltó a la fama, que fue número uno en más de 20 países y vendió ocho millones de copias gracias a su pegajoso ritmo. Eso sí, la canción no estuvo alejada de las polémicas, principalmente por su significado indescifrable, el cual llevó a diversas teorías conspirativas, incluso haciendo creer que sería un mensaje satánico, creencia que surgió por educadores religiosos en México, quienes comentaban que “Aserejé” equivalía a la invitación “a ser hereje”, que “Diego”, el personaje del que habla, era el diablo, y la frase “Diego tiene chulería” significaba que “Lucifer era un ángel hermoso”. En 2017 se reveló el verdadero significado, cuando Manuel “Queco” Ruíz, uno de los autores de la canción, dio pistas del sentido de la letra, que “Surgió a partir de una parodia sobre el primer rap de la historia de The Sugarhill Gang y un juego con mis hijos. Después inventé a Diego, ese personaje al que le gustaba bailar esa canción a partir de las doce de la noche”.“I said a hip hop the hip. The hippie to the hip hip hoppa ya don’t stop. The rockin’ to the bang-bang boogie said up jumps the boogie”, dice la canción original al compararlo con la melodía única que pocos cantan correctamente porque Diego, que no domina el inglés y que además se ha tomado unas copas de más, no consigue cantar correctamente la letra y deforma la melodía. El resultado es el famoso estribillo de la canción: Y aserejé-ja-dejé. De jebe tu de jebere seibiunouva majavi an de bugui an de güididípi”.

 






lunes, 22 de abril de 2024

Esos plásticos...


El Día Mundial de la Tierra 2024, celebrado hoy, 22 de abril, abandera en su 54ª edición el lema “Planeta versus Plásticos”; esta efemérides concentra la petición de cientos de miles de personas de consolidar una alianza global para actuar, innovar e implementar medidas de protección del medio ambiente entre todos: empresas, gobiernos y ciudadanos. El Día de la Tierra es una fecha importante en la que se celebra la importancia de cuidar y preservar nuestro planeta. En este día, se llevan a cabo diversas actividades y campañas para concienciar a la población sobre la importancia de cuidar el medio ambiente. Este año, el tema principal del Día de la Tierra es "Planeta vs plásticos". Los plásticos son uno de los mayores problemas ambientales a los que nos enfrentamos en la actualidad. Cada año, millones de toneladas de plásticos son producidos y desechados, contaminando nuestros océanos, ríos y tierras. Los plásticos tardan cientos de años en degradarse, lo que significa que una gran cantidad de ellos permanecen en el medio ambiente durante mucho tiempo, causando daños irreparables a la fauna y flora. Es por eso que en este Día de la Tierra es importante reflexionar sobre nuestro consumo de plásticos y tomar medidas para reducir su uso. Podemos empezar por evitar el uso de bolsas de plástico, botellas de agua desechables y otros productos de un solo uso. En su lugar, podemos optar por productos reutilizables y reciclables, como bolsas de tela y botellas de agua de acero inoxidable. Además, es importante fomentar la educación ambiental y la conciencia sobre el impacto que nuestros hábitos de consumo tienen en el medio ambiente. Debemos ser conscientes de que cada pequeña acción cuenta y que juntos podemos marcar la diferencia en la lucha contra la contaminación por plásticos.


En este Día de la Tierra, hagamos un compromiso con nuestro planeta para reducir nuestro consumo de plásticos y cuidar de nuestra casa común. Recordemos que solo tenemos un planeta y es nuestra responsabilidad protegerlo y preservarlo para las generaciones futuras. Juntos podemos hacer la diferencia y crear un mundo más limpio y sostenible para todos. Planeta vs. Plásticos une a estudiantes, padres, empresas, gobiernos, iglesias, sindicatos, personas y ONG en un compromiso inquebrantable para pedir el fin de este material por el bien de la salud humana y del planeta, exigiendo una reducción del 60 % en su producción para 2040 y el objetivo final de construir un futuro libre del mismos para las generaciones venideras. Diferentes asociaciones han desarrollado un documento sobre las verdades que rodean al plástico y las buenas prácticas para garantizar el respeto con el medioambiente y los entornos sostenibles. Todo esto se ha enmarcado bajo la campaña #noculpesalplástico porque el plástico, como tal, no es un problema para el medioambiente si se gestiona y usa de la forma correcta. Con un uso concienciado es una opción sostenible y ecológica. Es importante que los consumidores hagamos un uso más responsable de este material, a través de la buena gestión de residuos y el reciclaje de productos.


viernes, 19 de abril de 2024

Ética y cambio climático.

 


Una de
las sorpresas más agradables en este año, antes del Día del Libro de Sant Jordi, ha sido descubrir a una autora como Yayo Herrero (pues sí, una mujer), de la que he leído de un tirón su libro "Ausencias y extravíos", del que hay también edición en catalán, Absències i pèrdues, traducido por el periodista y activista David Fernández, en el que juega con las palabras con la habilidad de un mago del léxico y de la reflexión. Hay una lógica amable y un racionalismo poético en las imágenes y propuestas filosóficas de esta ecologista/feminista militante que defiende sus ideas apuntando un objetivo que compartimos muchos: la necesidad de convertir la ética en una característica política y social de obligado cumplimiento. Yayo Herrero es una rara avis, cuesta abordarla en tanto cuesta etiquetarla y ella no se deja etiquetar y defiende que lo importante es lo que hay de esencial en las etiquetas. Para definirla diríamos sin errar que Yayo Herrero es antropóloga, ingeniera, pensadora y activista del ecosocialismo y ecofeminismo. Pero en el fondo de esas etiquetas encontramos la defensa a ultranza de la tierra y el proceso de emancipación de las mujeres como agentes clave para defender la vida y el planeta. Es tentador sumergirse en una lectura reflexiva de la mano de esta divulgadora que conecta las ideas de manera luminosa y sencilla e incluso tendríamos que ir más allá y afirmar que, más que tentador, es jodidamente necesario con la que nos está cayendo: pandemias, colapso, violencia, crisis de civilización, guerras... Ausencias y extravíos es una colección de seis textos que, bajo un título que pareciera poesía misma (el pensamiento no tendría que estar reñido con lo lírico), repite la constante de una ausencia y un extravío para abordar diferentes temas pero con ejes en común: el declive de la energía y los recursos, la presencia de la desigualdad o el miedo, la tiranía de la violencia y la opresión, cuestiones sobre las que consigue provocar una sacudida y dejar en el aire preguntas a las que no necesariamente propone o podemos dar una sola respuesta. Sería sencillo caer en el nihilismo más absoluto ante la evidencia del agotamiento de los recursos, pues al final todo se reduce a nada, y por lo tanto nada tiene sentido, pero Herrero logra dotar al libro de un espíritu constructivo más esperanzador que oscuro con un afán edificante y plantea la esperanza activa, que consiste en «generar poder», en ponerse en marcha hacia lo que querríamos que sucediese. Yayo Herrero plantea las salidas a esos laberintos asfixiantes en los que nos coloca el sistema de manera intencionada para inmovilizarnos: el miedo paraliza, y usa múltiples conexiones para tejer la ausencia que llevará implícita, a su vez, su propio extravío, propone una poética crítica y constructiva a la que asirse, en la que encontrar recetas, y estas señalan siempre a lo colectivo, la cooperación, la responsabilidad, la memoria y el vínculo («Que un árbol nunca va por libre»). Y lo hace resignificando todos estos contenedores semánticos, las palabras gastadas, para dotarlos de un nuevo contenido capaz de responder a los actuales tiempos: «La culpa es triste y paralizante y genera ansiedad. La responsabilidad es fuerza, potencia y capacidad de hacer… Ser responsable es la condición previa para tener poder, en el sentido de ser capaz junto con otros». Hacedora de un diccionario nuevo.


Ese hilo de esperanza lo teje muy hábil y literariamente también Yayo Herrero porque, tal y como escribe
el filósofo Santiago Alba Rico en el prólogo al libro, la autora «siempre encomienda una tarea, pero señala también una salida; nunca paraliza»; el libro está organizado alrededor de seis textos en los que la autora expresa y advierte, con rigor ingenieril y placer literario, sobre las contradicciones y los peligros que atraviesan una sociedad que habita un planeta finito inmerso en una profunda crisis civilizatoria. Así, el texto sorprende apareciendo repleto de notables y famosas referencias literarias, uso de términos y de imágenes evocadoras, que hacen aún más amena la lectura y la comprensión del mensaje. Su mapa de advertencias y reflexiones empieza con el “síndrome del astronauta” a través del cual nos describe con acierto una sociedad, la nuestra, que «padece una especie de síndrome del astronauta. Ha crecido y se ha expandido en ausencia de gravedad […] El resultado es una cultura material rodeada de residuos, ahogada en sus propios vómitos, asediada por sus propias mierdas […] Por eso a algunos no les duele pensar en abandonar la Tierra después de agotarla […] Tanto buscar vida alienígena y la tenemos delante de nosotras pero ahora, en esta fase de aterrizaje forzoso al que nos aboca la crisis ecosocial, se ve obligada a reducir abruptamente el tamaño que adquirió en condiciones artificiales». Tomar tierra, concluye el primer texto, representaría pues una “insurrección cultural”. Es una poética, crítica y constructiva, a la que asirse, en la que encontrar recetas, que señalan siempre lo colectivo, la cooperación, la responsabilidad, la memoria y el vínculo. Es especialmente irreemplazable la contribución de Yayo Herrero a la divulgación de lo que debería suponer el impacto del ecologismo en nuestras vidas. Es irremediable pensar en aquellas naves autopropulsadas de los libros o películas de ciencia ficción que leíamos o veíamos de adolescentes; esas naves que escapaban en el último minuto de un planeta que se autodestruía con una gigantesca explosión, o la consabida historieta de construir posibilidades de habitabilidad en Marte: mudarnos a otro planeta y desechar este que hemos quemado, como si la posibilidad de huir de hábitat en hábitat fuera infinita. ¿Podemos acabar con el capitalismo y el consumo exacerbado, origen de la escasez de materias primas y de la extenuación de los recursos naturales e incluso sociales? Sí. Pero requiere asumir que antes es preciso transitar un duelo: «La constatación del fracaso de las promesas de la tríada progreso, tecnología y capital para garantizar la felicidad y dignidad a todas».


El segundo capítulo del libro nos recuerda que si perdemos el miedo nos alejaremos también del valor, y esto sería una forma de locura y el peor de los errores. Herrero, frente a la anestesia del capitalismo y la doctrina del shock, que insinúa un terror paralizador, revindica el carácter saludable del miedo como primera condición del valor y el impulso al coraje («Hagámosle el amor al miedo» fue la campaña de la que se valieron las mujeres colombianas de la organización femenina Barrancabermeja para desafiar al miedo y denunciar la violación de derechos y las desapariciones). La ausencia de miedo no es posible; es necesario sentirlo, transitarlo, transformarlo en alegría y valentía. Es requisito, ya no existe otro lado hacia el que evadir la mirada y silbar, ni la posibilidad de la huida hacia delante. Tras la pandemia contamos con la experiencia del miedo y también con la de haber superado este colapso juntos, en comunidad, tejiendo con otros el compromiso por la vida. El miedo es útil, de él nacen la lucha y la esperanza. En el capítulo tres nos habla de la no percepción de los límites, de un horizonte hasta el infinito que genera la visión de un ser humano autótrofo, no vulnerable, no interdependiente; en ausencias de límites físicos, las matemáticas se extravían y nos alejan de la reivindicación de restar y dividir (un ejercicio de amor), imponiendo solo sumas y multiplicaciones. Con el abandono de los lazos, se extravía el conocimiento, nos recuerda Herrero en el cuarto capítulo, y manifiesta la exigencia de “crear” una ciencia natural y, sobre todo, social que piense en la naturaleza desde dentro, sin intentar dominarla, aliándose con ella. Unas ciencias terrícolas capaces de desacelerar los excesos cometidos por la propia ciencia “alienígena”. Las últimas partes, quinta y sexta, que componen el libro contienen, junto con el primer capítulo, las aportaciones más profundas y románticamente rebeldes de todo el texto ya que la autora vincula la ausencia de la memoria al extravío de la imaginación: sin memoria, no se pueden volver a pasar las cosas por el corazón, anticipar el futuro y procesar las respuestas precisas y sin imaginación no es posible anticipar futuros deseables. Memoria, imaginación, sentimientos, empatía y atención llegan a ser las piezas fundamentales porque sin ellos, no hay cuidado, ni precaución, ni moral, ni política, ni derechos. En ausencia de la memoria disminuyen las posibilidades para distinguir lo bueno de lo malo, lo útil y lo desmesurado, lo bello y lo monstruoso. En definitiva, la memoria es rescate, nos dice la autora. Sin asomarnos a la memoria, el pasado es un ancla que impide mirar al futuro.


Finalmente, todo el hilo construido y los nudos desenredados por Herrero a través de las primeros cinco capítulos culminan en una advertencia fundamental que la corrupción y las falsas promesas del capitalismo nos hace olvidar: si se renuncia a la responsabilidad, se renuncia al mismo tiempo a la esperanza. Y esto no nos lo podemos permitir y la autora evidencia con toda claridad el gran problema de nuestro tiempo: la sociedad de la desmesura que no se responsabiliza de las consecuencias de sus actos, que huye de los problemas y los conflictos y se desespera cuando le estallan en la cara. Sin responsabilidad no existe fuerza, potencia y capacidad de hacer. La ausencia de responsabilidad se convierte pues en desamor. La idea que nos deja la autora al final del libro dice así: «responsabilidad y esperanza activa contra los monstruos del desamor». Esta frase cierra el mapa que nos puede guiar para ser conscientes de lo que aún podemos hacer y cómo hacerlo para que nuestra sociedad de alienígenas se convierta en terrícola. Herrero nos enseña, pues, que solo sintiendo, aunque dolorosamente, esas ausencias dentro de nuestra sociedad, encontraremos la vía para rescatar el extravío de la cordura común.


Esto suena a crucigrama vital y en cierta forma lo es porque lo que está en juego es un aserto que inquieta por su definitiva racionalidad: si se pierde la ética entre las personas, la supervivencia de nuestra especie está en peligro y sólo hay que estar atento para comprobarlo con lo que pasa en torno nuestro (y en nosotros mismos). Y la pandemia
ha sido una escuela de aprendizaje de la que hacemos escaso uso y provecho. "Grandes conglomerados mediáticos implementan algoritmos para que compres más, para que votes más, desconfíes más u odies más... Muchas horas al día tu atención está atrapada en los estímulos que lanzan sujetos con intereses que rara vez coinciden con los que seleccionaría un cerebro pendiente de la supervivencia en tiempos de crisis ecosocial" Y una frase como recuerdo: "la impunidad de la gente mala es el excremento de la memoria". Y otra como advertencia: "vivimos un momento marcado por el exceso de culpa y la ausencia de responsabilidad". Un libro digno de ser releído más de una vez. Toda la obra de Herrero se centra en la crisis ecológica actual derivada del modelo de desarrollo y producción capitalista, y en este sentido, sostiene que el propio capitalismo no puede existir sin que exista crecimiento económico, pero que en un mundo físico que tiene límites, un crecimiento indefinido es imposible. Además, sostiene que en este modelo económico se priman trabajos superfluos, mientras que los trabajos que hacen posible el mantenimiento de la vida humana, como la producción agrícola o el trabajo reproductivo, están completamente precarizados o directamente excluidos de toda remuneración. De esta manera, propone una transición hacia un modelo económico diferente, que tenga en cuenta la inclusión social de todas las personas y sea compatible con la capacidad de regeneración de la naturaleza.

jueves, 18 de abril de 2024

Auténtico soul.


Cuando se habla de
música soul, lo más normal es que salgan los nombres de Motown o Stax como los de las dos grandes fábricas del género que alumbró a Marvin Gaye u Otis Redding. Pero, en el mundo de la industria discográfica, ningún sello ha hecho, posiblemente, tanto por el sonido de la América negra como Atlantic Records, la compañía musical independiente más importante del siglo XX. Más allá de su excelencia en el jazz, el R&B, el blues o el pop, Atlantic jugó un papel crucial en el desarrollo del soul durante su edad dorada. Fundada en 1947, el sello surgió con la pretensión de ser una alternativa artística y comercial para la música negra y ofreció variedad de excitantes sonidos, protagonizados por Professor Longhair, Ruth Brown, Joe Morris, The Clovers, Joe Turrner, LaVern Barker o The Drifters; se intentaba, además, ofrecer composiciones con un interesante cáracter popular, pensadas para el gran público, o sea, música negra con cierto propósito pop, entre la que se incluye la de Aretha Franklin, Wilson Pickett, Roberta Flack o The Spinners. Decía Solomon Burke, quien registró el imprescindible If You Need Me (1963) incluido en Atlantic. Soul Legends, que “no tiene nada que ver con el color de tu piel, de dónde vengas o lo que tengas. Tiene que ver con cantar con el corazón, el alma. Cantar con sinceridad”. A decir verdad, las palabras de Burke son tan universales de lo que verdaderamente importa en el arte de la música que sirven para el rock, el country, el flamenco o cualquier estilo. Pero lo cierto es que el soul reflejó, de forma honesta y cautivadora, el estado del alma de la población negra en los sesenta y setenta, sus aspiraciones y sus frustaciones, su realidad mundana. En este sentido, en Atlantic. Soul Legends, dentro de su peculiar recorrido por los avances del soul, citan el potente Waking On The Dog (1964) de Rufus Thomas, el vibrante In The Midnight Hour (1965) de Wilson Pickett, el mágico Otis Blue (1965) de Otis Redding o el hechizante Sweet Soul Music (1967) de Arthur Conley. Adiós a las reminiscencias gospel y su mantra religioso: puro soul carnoso, orgásmico. Fascina, en definitiva, encontrarse ante la evolución de un género tan lleno de colosos, un género tan indescriptible, sentimental y pegado al latido de la vida, la evolución del soul de Atlantic y, por tanto, de Estados Unidos, cómo los vientos del sur dejan paso a la sofisticación urbana, con los primeros brotes del funk y la música disco. Recordaremos al último citado, Arthur Conley (Arthur Lee Conley), que murió joven habiendo llamado la atención de Otis Redding en 1965. Otis le recomendó y dos años después se convirtió en el protector de Arthur Conley, buscándole un contrato en la discográfica Atlantic, y también le llevó de gira como parte del espectáculo de la compañía Stax Records produciéndole la canción, interpretada a dúo con Otis,Sweet soul music”, adaptación del “Yeah, man” de Sam & Dave. Otis también estuvo detrás de su versión del “Shake, rattle and roll”, que igualmente llegó a las listas de éxitos. La muerte de Otis Redding dejó a Arthur Conley en una difícil situación, aunque intentó reclamar el puesto de heredero musical del difunto. Atlantic Records le potenció integrándole en “The Soul Clan” junto con Solomon Burke, Ben E. King, Joe Tex y Don Covay. Aunque pertenecía a la escudería de artistas del sello Atlantic, Arthur Conley realizó giras bajo el paraguas del otro gran sello de soul de la época, Stax, con otros artistas como Booker T. & the MGs o Sam & Dave. A principios de la década de los 70, Arthur Conley se fue de Estados Unidos, descontento con la dirección artística que tomaba su carrera, presionada por Atlantic. Se afincó en Holanda tras vivir en varios países y grabó bajo el nombre de Lee Roberts & the Sweaters; más tarde se cambió el nombre, legalmente, por el de Lee Roberts. Una curiosidad: para acabar, una versión del tema que hizo el cantante alemán, un tal Mike Vogel al frente de su grupo Mike Rat & the runaways, recién llegado a España y antes de ser el Mike Kennedy de Los Bravos.

 

miércoles, 17 de abril de 2024

... una dama de poncho rojo...



Hoy, 17 de abril, cumpliría años María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano (1919-2012), conocida como Chavela Vargas, cantante costarricensemexicana que con 88 años, en 2007, fue distinguida con el Premio Grammy a la Excelencia Musical. Se caracterizó por vestirse con prendas para hombre, usar siempre un poncho rojo en sus actuaciones, fumar cigarros, beber mucho alcohol y portar pistolas. Ya con 81 años de edad, expresó abiertamente por primera vez que era lesbiana y hoy es reivindicada por la diversidad sexual y por el movimiento feminista, pero hablar de Chavela Vargas es hacer referencia a una de las voces más influyentes de la canción de Latinoamérica. Nació en Costa Rica pero se nacionalizó mexicana. Apenas levantaba cuatro palmos del suelo cuando experimentó tres males: la soledad (nunca se sintió amada); la enfermedad (además de nacer medio ciega, la polio obligó a que tuviesen que ponerle hierros ortopédicos en las piernas); y una familia rota (con un padre violento que gastaba el dinero de la familia en mujeres y en negocios fracasados, y una madre que los abandonó al enamorarse de otro hombre). Si bien su estilo siempre se inclinó por el bolero y la ranchera (típico género mexicano, país que adoptó y en el que terminó sus días), “la Chamana” (apodo que portaba al igual que “La Vargas”) internacionalizó su voz y su mensaje. Pero de la “ranchera festiva” eliminó todo vestigio de alegría, prescindió de la figura del mariachi y empezó a cantar “desde sus entrañas”. Así nacen joyas musicales como “La llorona”, “Luz de luna” y “Paloma negra”, entre tantas otras. De actitud desafiante y rebelde, vivió con Frida Khalo y Diego Rivera, fue amiga de Juan Rulfo y devota amante del tequila. Antes de ser cantante tuvo mil oficios en México: cocinera, camarera, cuidó niños, condujo automóviles de familias adineradas, entre tantas otras actividades que la ayudaron a subsistir. Ella misma contó, en varias entrevistas, que “vivía en una azotea de un edificio, bañándome en el baño de las criadas, vendía cositas y cantaba. Una señora me prestó un coche y pusimos una agencia de criadas, y yo, en el cochecito, llevaba a las muchachas a las casas y ganaba dos pesos por cada una”. Más tarde, llegaría el inesperado éxito con “Macorina”, una canción de rebeldía del siglo XVII que ella interpretó con sus propios arreglos. Grabó más de cuarenta discos pero tuvo impases en su prolífica carrera. El descenso a los infiernos de Chavela empezaría en 1973, tras la muerte de su gran amigo José Alfredo Jiménez, que le dejó un vacío enorme. Parece ser que descorchó varias botellas de tequila en el funeral del compositor y cantante mexicano. Su enorme afición a la bebida llevó poco a poco a un hundimiento que duraría alrededor de dos décadas. Muchos pensaban que la artista había muerto de veras (durante una visita a México, la cantante argentina Mercedes Sosa quiso dejar flores en su tumba). Pero Chavela no estaba muerta, solo estaba al borde del abismo. Y, de un día para otro, dejó el alcohol y el tabaco, y volvió a coger el micrófono. Su audiencia la redescubrió en 1991, cantando cada viernes en un antro al que acudía casi a modo de sesión de psicoterapia. En su regreso dijo: “Salí de los infiernos, pero lo hice cantando”. Volvió a cantar, vino a España y Pedro Almodóvar le ofreció participar en su producción “La flor de mi secreto”. A partir de ese momento, los títulos y reconocimientos mundiales dan alegría y fe a su trayectoria musical. Fue intérprete de cabecera para Joaquín Sabina, quien le dedicó “Por el boulevard de los sueños rotos”. Tiene una calle con su nombre en Burgos y miles de reconocimientos, de los que el más trascendente fue el que le otorgó el Consejo de Ministros, la Gran Cruz de Isabel la Católica en el año 2000. Se despidió definitivamente de los escenarios en 2006 porque, según ella solía decir, “no quiero que me vayan a ver solamente por ser una viejita simpática”. Falleció en Cuernavaca, Morelos, México, el 5 de agosto de 2012, a los 93 años. El día 7 se reunieron un sinfín de personas en la Plaza Garibaldi y en el Bellas Artes, donde un grupo de mariachis la despidió cantando Que te vaya bonito. El féretro iba cubierto con un jorongo (prenda de vestir similar a un poncho, que consiste en una frazada de lana o algodón) colorido como para que no tuviera frío, y la arroparon aplausos y gritos, gritos revolucionarios parecidos a los de las mujeres saharauis. Ese fue el adiós a una mujer muy querida, a una mujer del pueblo que representaba tantas cosas.

Corelli era Corelli.



Estamos en Roma, en el año 1700. Arcangelo Corelli
(1653-1713), un violinista que llegó de Bologna y que fue poco a poco ganando fama como intérprete en la Roma de los grandes mecenas, era el primer violín de la orquesta del cardenal Ottoboni, sobrino del Papa Alejandro VIII, que vivía como sirviente en el Palazzo della Cancelleria. Los cardenales romanos rivalizaban en mostrar su poder con conciertos privados llamados Accademie y, en el palacio de la cancillería, estas academias-conciertos solían ser los lunes por la tarde. Aquí seguramente es donde se estrenaría la obra que hoy vamos a recordar, la sonata Op. 5 nº 12, que en realidad no es más que una serie de variaciones sobre «La follia». Esencialmente, la forma más habitual de la música de cámara en la época barroca es la sonata, generalizando, música puramente instrumental. Nada tiene que ver una sonata de Mozart (que no es barroco) con las sonatas de Corelli. De hecho, muchas veces a las sonatas se les llama sinfonias, o tocattas, o invenciones. Aún no había habido una estandarización de términos. Corelli, que como compositor del cardenal, tenía en cierta medida la obligación de componer música para las accademie, compuso un grupo de doce sonatas que llevaron el numero de Op. 5 (en la época era una moda componer obras en grupos de seis o doce, así se compusieron grandes obras como los seis conciertos de Brandeburgo de Bach, o los 12 conciertos de l’Estro Armonico de Vivaldi, o las 12 sinfonías de Londres de Haydn). Corelli es el primer compositor en la historia de la música famoso solamente por sus composiciones instrumentales y no operísticas y el primero en producir obras que se consideraron como «clásicos» y que se seguirían tocando y estudiando mucho después de su muerte y de que su estilo quedara pasado de moda. Normalmente las sonatas corellianas tienen 4 movimientos, con alternancia lento-rápido-lento-rápido. La sonata número 12, La Follia, en cambio, es excepcional tanto formalmente como por número de movimientos. La folía (follia significa locura en italiano) no es una sonata como las demás. Sólo tiene un movimiento y en realidad, es un tema con variaciones sobre una melodía que se conocía en Europa desde el siglo XIV, y que por lo que se ve, tiene sus raíces en Portugal. También se ha dicho que era de procedencia española, ya que el ritmo que tiene recuerda al de una sarabanda, que era una danza de origen español. La Folía es, probablemente, la composición musical europea más antigua de la que se tiene noticia, un tema musical que surge durante el Renacimiento, e incluso antes, en la Edad Media, aunque es durante el Barroco cuando tiene mayor relevancia y alcanza su plenitud. Cuando el griego Vangelis compuso la banda sonora de la película de Ridley Scott 1492 la conquista del Paraíso se basó en ella. Pero, ¿qué es exactamente la folía? Se trata de una danza que fue de lo popular a la corte; en el diccionario de Covarrubias de 1611 se nos dice que es una danza portuguesa. No obstante, sus orígenes son difíciles de situar, aunque sí está claro que procede de la Península Ibérica. De hecho, más tarde se la conocerá como la folía de España y, además, la folía era una danza que se bailaba mucho en la Castilla del siglo de Oro, e incluso tenía connotaciones relativas a cuestiones de fertilidad.