Debe recordarse que el sistema utilizado para perpetrar el fraude (el robo, sería más preciso) no es único, y así los delincuentes retienen el dinero de los usuarios mediante la introducción de una especie de cuña en el expendedor en una operación que dura menos de un minuto y en la que el estafador simula estar haciendo alguna transacción mientras instala el dispositivo, a veces se utiliza el sistema más burdo de sellar completamente la ranura, sin olvidar la actuación de los "ojeadores" de víctimas propiciatorias a las que atracan una vez han dispuesto de su dinero.
Capítulo aparte merecen el skimming u otros métodos más técnicos como son los dispositivos ópticos camuflados para conseguir saber las contraseñas de las tarjetas que, posteriormente, quedan "atascadas" en el cajero.
Las fuerzas de seguridad alertan particularmente de la vulnerabilidad de los cajeros situados en zonas comerciales y de la evidencia de que los fines de semana son fechas especialmente utilizadas por los malhechores ya que en ellas suele haber un mayor tráfico de dinero en cajeros.
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