En este tsunami financiero/económico/político/social que estamos sobrellevando de la mejor manera, empieza a ser un ejercicio mental importante el analizar los comentarios de unos y otros acerca de las razones y soluciones del mismo; a juzgar por algunos sesudos "estudios de salón" publicados en la prensa, particularmente la del ramo, parecería confirmarse el dicho de que los economistas sólo son especialistas en predecir el pasado o que viven en una burbuja (no debe extrañarnos, por otro lado, porque cuando acaba la puntocom empieza la tecnológica y hay síntomas de avidez por vislumbrar - y negar al tiempo - la inmobiliaria, en lo que empieza a ser una espiral sin fin) ajenos a lo que les circunda.
Hay que empezar siendo honesto: la crisis actual era impredecible: nadie, ni siquiera los que preconizaban el crecimiento perpetuo de dos dígitos anuales o los que daban lecciones de economía a Alemania hace unos años, hubiera supuesto que todo el mundo cerraría los ojos ante la prestigiada ingeniería financiera que permitió el milagro de los panes y los peces a partir de unas hipotecas basura infladas y extendidas como tentáculos ad eternum. Tampoco que países soberanos fueran capaces de hacer trampas en sus cuentas (bien asesorados, eso sí, por firmas de prestigio, hoy limpias de polvo y pajas) para conducir al cataclismo a sus vecinos. Pero de ahí a considerar el análisis de la situación, y el estudio de soluciones como un ensayo de estilo, va un abismo.
Conviene tener en cuenta que, al final, las cifras trascienden su concepto aritmético, y que cuando se habla, por ejemplo, de "aligerar el mercado de trabajo en 1.000 trabajadores", lo que hay que entender es que detrás de esa cifra hay mil nombres y apellidos de personas (y, posiblemente, sus familias) que, de golpe, han visto desaparecer su fuente de ingresos. Brindo el dato para el estudio de los dedicados al tema: 1.000 consumidores menos, lo que dificulta el ritmo de recuperación, pero una tragedia sin paliativos para los afectados. No es momento de buscar culpables, pese a que podrían citarse unos cuantos nombres y cargos sin demasiados errores, sino de ser consciente que las soluciones a la crisis no es un ejercicio de laboratorio, es más: se afianza cada vez mas la idea general de que si no se sabe cómo atajar antes que nada el problema social (aquí tiene cabida también, pero no sólo él, el movimiento del 15-M), los parches que resulten serán eso, parches, pero el problema seguirá vigente.
No es una novedad que tienen un protagonismo creciente las voces que llaman la atención acerca del poder omnímodo que tienen "los mercados" para hacer variar hasta desaparecer las políticas sociales en aras de una recuperación de, precisamente, los mismos mercados y no la sociedad.
Y un par de reflexiones finales: ¿tiene un especial poder taumatúrgico el tándem Merkel-Sarkozy? Un país que fue origen de la crisis griega por la compra de deuda por sus bancos, ¿se admite sin más que dicte de forma inflexible las directrices para otros que no cayeron en la tentación? ¿Qué culpa tiene un pensionista griego, o portugués, o italiano, o español, de que el Deutsche Bank o Paribas o la banca de inversión americana se pillaran los dedos en inversiones erróneas, fueran o no deuda soberana y que con esa excusa vea en peligro el cobro de su pensión?
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