El déspota ilustrado Carlos III de Borbón fue rey de España desde 1759 hasta su muerte, en 1788; durante su mandato reformuló las leyes, creó la Lotería Nacional, realizó importantes cambios en el trazado de las grandes ciudades, y expulsó a los jesuitas. Lamentablemente, y pese a que su reinado revela un importante resurgimiento de la cultura, el rey era sordo, por lo que la celebración de espectáculos musicales en la corte era escasa; el monarca sólo los consentía para actos de gran solemnidad, a los cuales asistía, estoico, haciendo malabares para no quedarse dormido. Resulta entonces sorprendente que el embajador de España en París convenciera al violoncellista italiano Luigi Boccherini para que se trasladara a Madrid, donde lo esperaban, según el intrépido embajador, grandes éxitos y posibilidades. Luigi, de 24 años entonces, originario de la ciudad italiana de Lucca, luego de pasar por Roma y Milán se hallaba ahora instalado en la capital francesa, disfrutando de alguna fama, principalmente como intérprete, junto a su partner, el violinista Filippo Manfredi. Al poco tiempo de llegar ambos a Madrid, el año 1767, Filippo consiguió un puesto en la orquesta privada del Infante Luis de Borbón, hermano del sordo y que a diferencia de éste, cultivaba cierto interés por la música. Luigi no corrió la misma suerte, y tuvo que conformarse con conciertos ocasionales que le reportaban muy poco dinero. Afortunadamente, Filippo movió sus influencias y en noviembre de 1770 Luigi fue aceptado como violoncellista de cámara y compositor de la casa del infante. El salario era bueno y le permitía a Luigi proseguir su actividad de compositor de música de cámara, libre de preocupaciones materiales, aun cuando las composiciones se convertían en propiedad del infante Luis apenas éstas surgían del magín creativo de Boccherini. Pero como no todo dura para siempre, seis años después, en 1776, el infante Luis, de casi 50 años, encontró el amor donde no debía. Se enamoró de una plebeya y se casó, después que el rey autorizara el matrimonio morganático. pero el infante fue separado de la corte y enviado, con su mujercita, a residir en Arenas de San Pedro, pequeño poblado a ciento sesenta kilómetros de Madrid. Pero no abandonó a sus músicos. Luigi y su amigo Filippo partieron con él, participando luego activamente en las veladas musicales del infante y su esposa, en el “exilio”. Luigi pudo seguir componiendo, pero en el más completo aislamiento de los círcuitos musicales de Madrid, si bien el infante le permitía enviar algunas composiciones para su publicación en el resto de Europa. A la muerte de su protector, Boccherini quedó desamparado otra vez pero Carlos III acudió esta vez en su ayuda concediéndole una pensión en señal del afecto que le había unido a su hermano díscolo. Luigi Boccherini escribió ni más ni menos que 124 quintetos para cuerda, en los que, como era natural siendo él cellista, dobló el cello en vez de la viola, es decir, son piezas para dos violines, viola y dos violoncellos. El Quinteto para cuerdas en Mi mayor del opus 11, publicado en París en 1775, es uno de los más aplaudidos porque contiene el minueto que hasta hoy mantiene a Boccherini en escena, el popularmente conocido "minueto de Boccherini", que hoy recordamos. Cuando Luigi Boccherini compuso la colección de quintetos de cuerda que contiene el minueto, llevaba ya dos años trabajando como compositor de capilla al servicio del Infante Luis Antonio de Borbón. En España, el italiano absorbió elementos de la música local, sin que el retiro de los grandes circuitos musicales europeos le impidiera mantenerse en el mercado editorial internacional, gracias a sus contactos con diversos editores en Londres y en París. A lo largo del siglo XVIII, el minueto acabó integrándose en diversos géneros musicales clásicos, como el cuarteto de cuerda o la sinfonía, convirtiéndose así en la única danza de la suite barroca en sobrevivir hasta las postrimerías del siglo.
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