En 1968, Desmond Dekker (nacido Desmond Adolphus Dacres en St. Andrew, Jamaica,) publicó el single “Israelites”, que se convirtió en el primer gran éxito de reggae en las listas estadounidenses, antes que Bob Marley. La canción no llegó a prohibirse pero sí produjo una gran polémica en su momento entre quienes la acusaban de antisemita y quienes defendían su visión de la fe rastafari como muy cercana a la del pueblo de Israel. Desmond Dekker utilizó la imagen de los israelitas trabajando como esclavos en Egipto como una metáfora de la Jamaica posterior a la independencia: los rastafaris se consideraban a sí mismos la tribu perdida de Israel, que fueron vendidos como esclavos en el Caribe. Pero algunos confundieron las intenciones del vocalista y le acusaron de antisemita, pidiendo que se prohibiera la canción, a pesar de que a duras penas se entendía el endiablado inglés del cantante jamaicano. Israelites es una de las canciones más populares de la música jamaicana, se trata de uno de esos hits que trascienden al artista y acaban formando parte de la cultura popular, traspasó las fronteras llegando a copar los puestos más altos de las listas de éxitos de Estados Unidos y varios países europeos. Sin embargo a pesar de su popularidad su mensaje resultó bastante críptico para gran parte del público de esos países, ya que la letra bebe directamente de elementos religiosos y populares muy arraigados en Jamaica, como son el rastafarismo y la subcultura rudeboy. La cadencia sincopada bajaba el ritmo de las pulsaciones y hacía propenso el baile, de ahí su aceptación. Pero su letra era bastante marciana, en parte por las alusiones a elementos propios de la cultura jamaicana y en parte por el empleo de una jerga que hacía incomprensible el mensaje para muchos anglosajones. En sus entrevistas, Desmond Dekker, era preguntado frecuentemente sobre el significado que escondía la letra: “Habla sobre lo dura que es la vida en Jamaica, de la opresión que sufrimos, igual que los Israelitas que Moisés conducía a la tierra prometida. Era una forma de decir a la gente que no se diese por vencida, que las cosas mejorarían. No la escribí sentando en un piano o mientras tocaba la guitarra. Fue mientras daba un paseo por el parque comiendo palomitas de maíz y escuché a una pareja discutiendo sobre problemas económicos. Ella le decía que necesitaba más dinero y él replicaba que con el trabajo que tenía no le daba para más. Me quedé con esto, y empecé a componer en mi cabeza una canción que empezaba con lo de ‘te levantas por la mañana y eres esclavo del pan’. Cuando llegué a casa ya la tenía”. Entre la caterva de desposeídos de Jamaica también se encontraban los rastafaris, miembros de un movimiento religioso que emergió en la isla durante los años 30 del siglo pasado y que desde entonces se encontraban en el más bajo escalafón social. La doctrina rastafari adopta elementos de las religiones abrahámicas, sobretodo del judaísmo y creen firmemente que son descendientes de una las doce tribus perdidas de Israel que acabaría fundando el Reino de Etiopía allá por el siglo X antes de Cristo. Por lo tanto se consideran israelitas y entienden que ellos y las personas de raza negra que viven en el exilio, en Babilonia, es decir en occidente, sufren una diáspora que es la causante de su situación y que esta no cambiará hasta que retornen a la tierra prometida, o sea Etiopía. La importancia de la música es vital para los rastas, le otorgan características místicas y propiedades curativas. Es también un vehículo para enfrentarse al poder establecido. Se puede decir que están en su elemento en medio de la emergente escena musical y popular que tiene lugar en los años sesenta en Jamaica y al ser partícipes, consiguen introducir parte de sus visiones y doctrinas. El ska, el rocksteady y posteriormente el reggae se nutren de ese intercambio cultural entre jóvenes, pandilleros, fiesteros y rastafaris. Desmond Dekker que forma parte de esa escena, plasma en Israelites una realidad social, sirviéndose de elementos y referencias que conforman el ambiente de las calles : referencias a la pobreza y la dura situación del pueblo, un pueblo maldito que tiene que buscar su sitio. ¡Pobres israelitas! Desmond ha sido uno de esos «secundarios» imprescindibles en la historia del pop. Secundario, pero con intenso y bello papel.
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