Aprovechando que estos días tiene lugar el Salón Internacional del Cómic de Barcelona (Saló Internacional del Còmic de Barcelona, en catalán), un evento de historieta que se celebra anualmente desde 1981 y constituye una importante referencia para el medio en España hasta tal punto que la mayor cantidad de novedades del sector se edita coincidiendo con él, os diré que este cuadro, que figura en mi avatar de Facebook, y que se encuentra en el Norman Rockwell Museum, Stockbridge, Massachusetts, Estados Unidos, ilustró la portada del 13 de febrero de 1960 del Saturday Evening Post. En él, el autor se retrata a sí mismo de espaldas mientras pinta un autorretrato. Pero más allá de los tres retratos, obvios, hay mil detalles en los que fijarse: el casco que preside el caballete, los estudios previos que tiene colgados del lado izquierdo y el homenaje a quienes él consideraba grandes de la pintura en el derecho: Van Gogh, Durero, Rembrandt o Picasso. Por cierto, ha sido mil veces homenajeada.
El neoyorkino Norman Rockwell es toda una institución del arte americano. Sus ilustraciones son iconos muy bien ejecutados tanto en técnica como en concepto, y aún retratando un presente hoy tan pretérito, supieron aguantar el paso de los años pese a la poca ambición de un autor que no pudo disimular su humildad. Ilustrador desde la adolescencia, y con formación clásica, Rockwell se hará muy popular por esa faceta en el Saturday Evening Post, revista de sociedad en donde trabajaría durante casi 50 años. Sus portadas, anuncios e ilustraciones trascendieron el arte pop (antes del pop) y se convirtieron en pequeñas pero muy influyentes muestras de su estilo entre el realismo y el idealismo, lo virtuoso y lo kistch, lo irónico y lo ingenuo. Esta ambigüedad se ve en una obra que tanto abraza el más rancio patriotismo como la más mordaz crítica social. Aunque mayoritariamente ejecuta un arte optimista y positivo que ensalza las virtudes de la familia occidental, por lo que fue muy popular entre el público medio norteamericano y pudo desarrollarse plenamente en el ámbito de la publicidad, siempre tan directa y eficaz, aunque nunca considerada realmente un arte elevado (recordemos que estamos en una etapa pre-Warhol, un arte pop antes del arte pop). Este conservadurismo y vocación de «arte para las masas» no cuajaría entre la élite cultural y Rockwell no llegaría nunca a integrarse en las corrientes artísticas de entonces, las famosas vanguardias, las cuales conoció y disfrutó. En 1942, Norman Rockwell se presentó en la Oficina de Información de Guerra con una serie de bocetos inspirados en un discurso de Franklin D. Roosevelt, en el que el presidente de los Estados Unidos hacía referencia a las libertades de los ciudadanos norteamericanos. Se trataba de varios dibujos en los que mostraba a un hombre hablando en una reunión municipal, a un padre cuidando a dos niños mientras dormían, a una familia celebrando Acción de Gracias y a un grupo de personas rezando. Cuatro piezas con las que el artista pretendía levantar la moral de una ciudadanía maltratada por la Guerra Mundial. A pesar de que Rockwell era un artista conocido y popular, el departamento de propaganda rechazó las ilustraciones que, finalmente, fueron publicadas en The Saturday Evening Post. Poco después de su aparición, la revista comenzó a recibir entusiastas cartas de unos lectores fascinados por aquellas obras que, efectivamente, les habían levantado la moral. En consecuencia, el Tesoro de Estados Unidos decidió utilizarlas para fomentar la venta de bonos de guerra y la misma Oficina de Información, que en primera instancia las había rechazado, imprimió más de dos millones de carteles. A partir de ese momento, Rockwell se convirtió en un héroe nacional, lo que le generó tanta admiración por parte del público como desprecio por parte de la crítica especializada. Según The New York Times Book Review, mientras para muchos de sus admiradores era más importante que Picasso, para los expertos en arte su trabajo era cursi, reaccionario y tan conservador que lo único bueno que podían decir de él es que su autor era un ”trabajador infatigable”. Infravalorado («Nunca lograré una verdadera obra maestra») sentiría siempre una inseguridad poco habitual en el gremio y sufriría depresiones, aún consciente de que pese a no estar en los museos, su obra estaba presente en miles de casas, comercios, bares, calles… de los Estados Unidos.
Norman Rockwell había nacido el 3 de febrero de 1894 en Nueva York. Enclenque, mal estudiante y eclipsado por su hermano, un hijo modelo que era el claro favorito de sus padres, el joven Norman se matriculó en la escuela de arte y centró su vida en esa disciplina. Aunque llegó a casarse tres veces, sus esposas aprendieron desde los primeros días de convivencia que con quien realmente estaba casado Rockwell era con su trabajo. Introvertido, solitario y muy concienzudo, cuando todavía era menor de edad, el artista comenzó a colaborar con Boy’s Life, la revista de los Boy Scouts de América, para la que realizó portadas e ilustraciones de calendarios en las que desarrollaba ese estilo que le haría famoso, y que no solo tenía que ver con sus reconocibles pinceladas o paleta de color, sino con la capacidad de narrar en ellas pequeñas historias costumbristas. En mayo 1916, y sin abandonar completamente su relación con los boy scouts, comenzó a colaborar con The Saturday Evening Post, cabecera para la que realizó más de trescientas portadas y de la que fue despedido después de casi cinco décadas de trabajo, cuando los nuevos propietarios de la revista decidieron cambiar las ilustraciones por fotografías. A pesar de este revés, el prestigio de Rockwell hizo que fuera contratado por la revista Look, donde firmaría portadas en las que, de nuevo, supo captar el espíritu de la Norteamérica de la época, una sociedad en plena transformación gracias a la lucha por los derechos civiles.
De hecho, una de las críticas a la obra de Rockwell fue que muchos de sus cuadros solo representaban a una parte del país: la compuesta por anglosajones blancos en la que los roles de género estaban muy marcados obviando que trabajaba por contrato y tuvo que cumplir con las normas de The Saturday Evening Post, aunque, ciertamente, el artista fue evolucionando en sus trabajos posteriores. Cuando Rockwell consolida su carrera y adquiere cada vez más fama, empiezan a tocar cada vez con mayor frecuencia temas como la conciencia social, la libertad de pensamiento, los derechos, la tolerancia religiosa y la lucha contra el racismo, así como a ensalzar valores y virtudes de su país y su gente, a pesar de lo cual a día de hoy hay gente que sigue cuestionando esos primeros trabajos. En 1969, Norman Rockwell y Mary Leete Punderson, su tercera esposa, fundaron el Norman Rockwell Museum, un centro para el estudio de la obra del artista en el que, además de visitar una recreación de su estudio, es posible disfrutar de cerca de un millar de ilustraciones, cuadros y objetos personales del autor. A pesar de ser uno de los museos más visitados de la zona de Massachusetts, la crítica no se ha mostrado demasiado entusiasta con la propuesta porque sigue considerando a Rockwell un artista menor. De hecho, cuando en 2001 el Museo Solomon R. Guggenheim organizó una exposición sobre él, fueron varios los expertos que declararon que, con esa decisión, la prestigiosa institución mostraba evidentes signos de decadencia. Sin embargo, a pesar de los críticos más recalcitrantes, esa percepción sobre la obra de Rockwell está cambiando. Desde hace décadas, personalidades como Andy Warhol, George Lucas o Steven Spielberg comenzaron a adquirir sus pinturas, lo que provocó que coleccionistas privados empezasen a considerar que la compra de un Rockwell no era algo tan descabellado.
Norman Rockwell ha sido siempre, sin duda, uno de los artistas americanos más reproducidos y sin embargo no se le ha dado el merecido reconocimiento, quizá por considerarse la Ilustración un arte menor al estar relacionada con el ámbito comercial. Pero lo cierto es que jamás pintó una sola obra cuya finalidad no fuera ser utilizada con fines ilustrativos, revistas, calendarios, anuncios ó postales y ello jamás resto calidad a ninguna de sus obras, todas ellas, sin excepción, merecen un lugar en la galería de grandes artistas contemporáneos. Probablemente, el haber vivido una infancia feliz fue la causa de que sus obras mostraran siempre una América sencilla y llena de felicidad, hecho que algunos de sus detractores le reprocharon. La pasión por el dibujo que su padre compartía con él en la intimidad del hogar y la gran repercusión que la Ilustración tenía en aquel momento en los medios de comunicación de Estados Unidos, hizo que Norman optase por esa rama de la profesión artística. La gran cualidad para la observación de los detalles más sutiles de la realidad, la utilización de modelos reales muy vinculados a la clase media americana y su gran dominio del oficio, le llevaron a la fama en un tiempo record, alcanzando entre los años 1910 y 1920 una posición acomodada. Y llegamos al avatar: en el año 1960 publicó sus memorias, hecho que coincidió con la realización de una de sus obras más importantes “Triple autorretrato” (1960), una obra que resume y describe a la perfección al artista y su visión de sí mismo, un hombre que supo llevar su profesión a la altura de Arte, siempre con la mirada más amable y con un guiño irónico que el espectador supo comprender y amar. Y ahora vamos con algunos homenajes en esa obra:
Portada de Moon Knight 15 pintada por Arthur Suydam.
De Adam Hughes, uno de sus muchos sketchbooks, este con el título de "How to Draw BOOBS".
Versión de Gene Colan
De Michael Ramírez
De John Byrne para "How to Draw Comics Comic".
Cartel del Saló del cómic de Barcelona de 2022, obra de Miguel Ángel Gallardo.
Moebius.
Imagen de Jaime Posadas protagonizada por los inmensos Calvin y Hobbes.
Homenaje en esta portada del Mad Art creada por Alfred E. Neuman.
Portadillas del web-comic La Mierda Ocurre de Javier Garrón.
Portada del primer número de Twilight Zone dibujada por Guiu Vilanova.
Portada de Wonderland Looking Glass N°3 de la editorial Zenescope dibujada por Francesco.
Colección Archie, Schultz hace su interpretación en el N°647.
Obra de Alex Robinson.
Obra de Manel Fontdevila.
Norman y los superhéroes, de Dale Eaglesham
Y ....
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