El apellido Strauss nos trae recuerdos de valses y polkas, pero el Strauss al que nos referimos en esta ocasión no tiene nada que ver con la familia de los famosos compositores austriacos cuyas obras solemos escuchar todos los años en el concierto vienés de año nuevo. Richard Georg Strauss (1864-1949) fue un director y director de orquesta alemán conocido sobre todo por sus óperas, por haber perfeccionado la forma musical que conocemos com “poema sinfónico”, y por sus lieder (canciones). En su poema sinfónico Así habló Zaratustra op.30 recreó musicalmente la obra homónima de Friedrich Nietzsche, publicada -en su versión final e íntegra- solo seis años antes. Recurriendo a un texto -y un filósofo- enormemente polémicos, Strauss daba un nuevo golpe maestro que lo consolidaba como «heredero» musical de Wagner y cabeza visible de la vanguardia musical alemana. Así habló Zaratustra de Nietzsche es recordado por desarrollar mediante alegorías conceptos centrales del pensamiento de este filósofo como «la muerte de Dios«, «el eterno retorno» o «la llegada del superhombre«, nociones que causaron un notable revuelo en el mundo intelectual de la época. El motivo del superhombre fue utilizado por Stanley Kubrick en su film de 1968 2001, Una odisea del espacio como símbolo del nacimiento de la naturaleza humana; para algunos, Así habló Zaratustra fue el rasgo más memorable de la película, más música de primer plano que de fondo. Sin embargo, el público que no asiste a un concierto probablemente desconoce lo que ocurre en Zaratustra que aparece en la película y que culmina con ese estupendo golpe de latón y percusión y la célebre explosión de órgano que entumece el cráneo. Zaratustra es un poema tonal, es decir, una pieza sinfónica de forma libre que cuenta una historia o, como en este caso, sugiere los estados de ánimo de un texto literario. El compositor negó inicialmente cualquier conexión entre su música y Nietzsche más allá de estar inspirado por la imaginería poética del libro y, en particular, por sus evocadores encabezados de capítulo, ocho de los cuales Strauss empleó como guías no específicas en su partitura y lejos de pretender traducir a sonidos la vastedad de la obra del filósofo, Strauss opta por construir a partir de algunos episodios aislados un recorrido espiritual que, sin ser completamente ajeno a la obra del filósofo, le otorga una dimensión lineal que simplifica enormemente su sentido original. Y por cierto, ¿qué tienen que ver la música y la película con el filósofo y su obra? Zaratustra (o Zoroastro) es un profeta persa ermitaño de hace 3000 años, que vive recluido en la montaña y decide regresar al mundo para comunicarle el fruto de su conocimiento, es el mesías que lleva al hombre la noticia de su salvación, proclama la llegada del superhombre. En la película, el sol (...¡Óyeme, astro grandioso! ¿Cuál sería tu felicidad si no tuvieras a quien prodigar tu luz? Diez años hace que subes diariamente a mi caverna; si no hubiera sido por mí, por mi águila y mi serpiente, te habrías cansado de tu luz y de este camino. Pero nosotros te esperábamos todas las mañanas, te aliviábamos del exceso de tu luz y por ella te bendecíamos… ) es como Zaratustra, aparece y desciende sobre la tierra, a la vez que suena nuestro fragmento musical de Strauss, para comunicarle el fruto de su verdad.
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