miércoles, 19 de abril de 2023

Ahora sí, el Williams compositor.



Estaba claro que después de recordar la obra del John Williams guitarrista sería imperdonable pasar por alto al John Williams compositor, autor de las bandas sonoras de Harry Potter, La guerra de las galaxias, E.T. o Parque Jurásico, en esta ocasión, cuando se cumplen ochenta años de los hechos y treinta del estreno en 1993, con la música de la película basada en hechos reales La lista de Schindler, que ha sido elegida en 2020 por la británica Classic FM como mejor banda sonora de la historia. A estas alturas, no cabe hablar de spoiler, por lo que hablemos del argumento: en 1943 Oskar Schindler, empresario y miembro de los servicios secretos del ejército alemán desde antes de la Segunda Guerra Mundial, concibió un plan para hacer funcionar cerca de Cracovia una fábrica de herramientas y menaje con mano de obra esclava, mil trabajadores judíos del campo de concentración de Plaszow. En poco tiempo los trabajadores tuvieron claro que la única finalidad de la fábrica era mantenerlos vivos. Con sonrisas, chistes y diamantes Schindler pagaba a los funcionarios de las SS por tener a salvo a sus obreros, evitar que dispararan contra ellos por pura maldad y sostener la ficción de que la fábrica funcionaba. Entre tanto, compraba herramientas en el mercado negro y las ofrecía como producción propia. De este modo, aquel hombre que había asumido los principios aberrantes de la desigualdad de los seres humanos y la anulación de los límites morales del comportamiento social, que intercambiaba conversaciones y bromas con los verdugos de las SS, un empresario enriquecido con la explotación humana, burló a los nazis y perdió toda su fortuna para salvar a 1.200 de sus víctimas. Haciendo un doble juego, transmitió a los agentes judíos en Budapest información sobre los deportados y su destino, y su lista de trabajadores destinados bajo su control a Brünnlitz, cuando los rusos avanzaban y la “solución final” se aceleraba, rescató de la muerte a más de un millar de condenados. La incompetencia y necedad de la maquinaria nazi, aparentemente perfecta, hizo posible esta grieta en su capacidad para destruir. En agradecimiento por sus esfuerzos, los prisioneros judíos sobrevivientes, le entregan una declaración firmada como testimonio de su noble papel en salvar vidas judías, así como un anillo grabado con la cita talmúdica; «Quien salva una vida, salva al mundo entero». Se cuenta que después de ver la película (sin la música) por primera vez, Williams se conmovió profundamente y al principio se negó y le dijo a Spielberg que había mejores compositores para hacer la música. La respuesta de Spielberg fue; «Lo sé, pero están todos muertos». No es extraño que a John Williams le sobrecogiera el encargo de componer un fondo musical para semejante tragedia; la banda sonora fue dedicada en 1993 al violinista judío norteamericano Itzhak Perlman, que la interpretó en Boston para la película bajo la dirección del propio Williams. Se estructura en 14 números a partir de tres piezas esenciales: Schindler’s List, Jewish Town y Remembrances (para la escena donde se puede ver a los descendientes de aquellos judíos, uno a uno en forma de procesión, acercándose a la lápida de Oskar Schindler y colocando una piedra sobre ella, que simboliza la permanencia de la memoria, un testimonio de que nunca olvidarán lo que hizo por ellos y su posteridad). Sobre una orquestación relativamente sencilla, el violín alcanza todos los registros, desde el lamento al espanto, el recuerdo de momentos felices y la evocación de aires tradicionales hebreos. Desde un principio el compositor quiso encontrar un equilibrio entre el melodrama y la compasión, destacando la música en los momentos más importantes del film. La banda sonora solo contiene 51 minutos para la película de tres horas. Y es principalmente en la última hora del film que se puede escuchar la partitura del compositor. Una partitura en la que se destaca un instrumento por encima de todos; el violín, en las manos del gran músico; Itzhak Perlman, con el inestimable apoyo del clarinete del músico Giora Feidman. La historia se prestaba para que Williams destapara de su repertorio todas las esencias para mover las emociones, la tristeza y el sufrimiento de un pueblo perseguido hasta la saciedad por la maquinaria nazi. La música tiene un sabor propio de la cultura judía al combinar la personalidad del compositor con música tradicional hebrea. También se incluyen temas de música clásica, música tradicional alemana y un popular tema del gran Carlos Gardel; ‘Por una cabeza’. Un precioso tango.





 

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