domingo, 2 de abril de 2023

De recogidas a arrecogías.

 


Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca
es una obra de teatro de José Martín Recuerda, escrita en 1970, de la que la censura prohibió su representación y no se pudo estrenar hasta 1977, una vez muerto Franco e instaurado en España un régimen mínimamente democrático. De hecho, la fuerza política del drama, en 1970, residía en la presentación de la situación política y social de 1831 como un correlato de la contemporánea, con una sociedad oprimida por un dictador absolutista, un estado militarizado y una Iglesia servil. Y la técnica dramática, sobre todo la ruptura de los límites del escenario, busca esa identificación entre la España de 1831 y la de 1970. La obra recrea un episodio de la vida de la heroína liberal Mariana Pineda, apresada, torturada y ejecutada (Mariana Pineda fue ejecutada el amanecer del día 26 de mayo de 1831. Su juicio se celebró y sentenció sin su presencia. Meses después, en el primer amago de muerte del rey Fernando VII, se promulgó una amnistía. Si la amnistía se hubiese dado unos meses antes, Marina Pineda no hubiera muerto y, con ella, otras muchas víctimas que quedaron en el olvido, como aquellas arrecogías del Beaterio granadino de Santa María Egipcíaca), junto con otras mujeres, en la conocida como Década Ominosa, durante el reinado de Fernando VII, “el rey felón”, y de su lucha contra el absolutismo del rey, siendo acusadas de prostitución (las arrecogías), en la Granada del primer tercio del siglo XIX. En las ciudades de la España medieval había dos espacios de reclusión de mujeres: los burdeles y los conventos. Los primeros concentraban a las prostitutas obligadas por las ordenanzas reales y municipales a vivir confinadas en sus límites, mientras que los conventos, situados en una zona cercana a los burdeles, donde las monjas se dedicaban a recluir, ya fuera periódicamente o a perpetuidad, las mujeres de "moral distraída" –probablemente algunas de ellas afectadas de enfermedades venéreas- aunque había de todo: falsamente acusadas pero también había otras que se internaban voluntariamente y eran recluidas durante las fiestas de Corpus, Semana Santa y otras festividades religiosas con tal de retirarlas provisionalmente de las calles y no desmerecer las procesiones religiosas. En Barcelona, aún subsiste en la calle, precisamente, de las Egipciacas hoy, uno de estos establecimientos de reclusión fue el de las Egipcíacas, del año 1409, en que la ciudad creó una casa para aquellas mujeres que se "arrepentían" de sus pecados carnales y querían apartarse del vicio y llevar una vida monástica (no se trataba, sin embargo, de un establecimiento monástico, su ingreso podía ser forzado y podían dejarlo si las condiciones lo aconsejaban; en época posterior también acogió a adúlteras, incluso para protegerlas de las iras de sus maridos), siguiendo el ejemplo de Maria la Egipcíaca1, una santa que decidió dejar una vida de pecado para abrazar la vida monacal. Desde 1679, la casa de las Egipcíacas fue utilizada como penal de mujeres.


También en Barcelona, en una parte del convento situado en la calle del Carme conocido como Nuestra Señora de la Victoria o de las arrepentidas había la prisión de mujeres, conocida como la "Galera" que, se supone, se trasladó a las Egipcíacas. La comunidad entera de este establecimiento se extinguió hacia el 1653 como consecuencia de la epidemia de peste y tuvo que ser clausurado; en él se recogía a todas aquellas mujeres arrepentidas de la mala vida o bien algunas que también ingresaban haciéndose pasar por una mujer descarriada con la única finalidad de tener un plato caliente y llevar una vida de recogimiento u otras mujeres que simplemente sus maridos consideraban que se habían apartado del “buen camino”2 y las obligaban a ingresar como castigo aunque muchas finalizado dicho castigo preferirían seguir ingresadas que volver a sus casas con sus maridos, quenes las delataban si estaban casadas; si estaban solteras o viudas, sus padres, hermanos o vecinos para hacerse con los bienes que representaban la dote en una época (una más) en la que se percibía un retroceso en los derechos de las mujeres (y sólo de las mujeres). El Consell de Cent ante la necesidad de seguir teniendo un centro de acogida para estas mujeres inició las obras de un nuevo convento, aunque mucho antes de finalizar las obras el convento ya se encontraba completo lo que obligó a continuas ampliaciones.


Pero estábamos con la obra de teatro que, en el fondo, retrata las dos Españas (mientras muchos reclamaban amnistía para los presos tras la muerte del dictador, grupúsculos ultras se creían dueños y señores de las calles) y su ubicación diferente, es decir, en Granada, señal por demás que el desprecio y el encono por la mujer es común en todas las latitudes y todos los tiempos. El autor,.Martín Recuerda, construye una clara referencia a las dos Españas. El Beaterio de Santa María Egipciaca es una institución-reformatorio donde las Arrecogías -mujeres “perdidas” y presas políticas- viven en un clima de angustia y tensión a la espera de saber qué va a ser de ellas. Cada una de ellas representa vidas distintas, con sus experiencias, desgracias, miedos y desengaños. Mariana Pineda se encuentra en el Beaterio por sus actividades políticas. El alcalde del crimen en Granada y juez de incidencias, Ramón Pedrosa, le propone la libertad a cambio de la delación de sus amigos liberales o la muerte en caso contrario. Mariana se resiste a ello confiando en que sus amigos la sacaran del beaterio. Su dignidad y arrogancia contrastan con la tristeza de quien pierde la esperanza de que sea así, pero mantiene hasta el final sus ideales políticos y patrióticos. En el Beaterio de Granada había presas comunes, mujeres de mala fama, prostitutas, rateras… todas obligadas a reformarse, apartadas de las calles y recluidas aunque algunas fuesen menores de edad. Y también había presas políticas, acusadas de ser conspiradoras liberales. Juntas todas, arrecogías en el Beaterio, en las oscuras estancias de una aparente institución religiosa que huele a tortura y oración. Estamos en los primeros meses de 1831. Son tiempos de represión absolutista. Aquí manda Fernando VII, el rey felón, el traidor. Entre las recluidas ese tiempo destaca una chica de 26 años llamada Mariana Pineda, que luce el peinado romántico de la época, con bucles que se deslizan por sus mejillas. Mariana tiene los días contados, será ejecutada a garrote vil el 26 de mayo de 1831. Heroína contra la represión, la figura de esta andaluza, detenida con la excusa de que bordaba en su casa un pendón con la inscripción ‘libertad, igualdad y ley’, se convertiría casi 150 años después, nada más morir el dictador Franco, en estandarte de la libertad.


La finalidad del beaterio era bien conocida; estaba pensado como cárcel o refugio para mujeres "descarriadas" que habían dedicado sus cuerpos a "torpes deleytes", se decía. Tarea difícil porque las casas de lenocinio en Granada desde el siglo XVI eran abundantes por lo que mujeres "en pecado" había bastantes. Lo que choca es que no hubiera otro beaterio para los hombres "descarriados" que visitaban esos lupanares. Claro que los patronos fundadores fueron prohombres, arzobispos, jueces, secretarios de Cámara, etc. todos muy hombres y muy interesados en recuperar a las mujeres descarriadas. Hemos de situarnos en los años posteriores al Concilio de Trento. Las "descarriadas" que ingresaban en el beaterio eran obligadas a dejar sus pertenencias personales, no podían lucir ningún tipo de adorno, joyas, pendientes, etc., y habrían de vestir una especie de hábito, saya de lana, jubón de estameña y toca de lino. Desde que se levantaban a las cinco de la mañana en verano y a las seis en invierno, pasaban el día ocupadas en tareas religiosas de santificación y sacrificio, rezos, adoctrinamientos, ayunos y obras de mortificación dirigidas al arrepentimiento a través del ejercicio espiritual y la lectura de textos cristianos. Lo que no parecía bueno era enseñarlas a escribir. Cualquier contacto con el mundo exterior podía ser pernicioso. Dicho sea de paso, en recuerdo de aquella santa pecadora María Egipciaca que, arrepentida, se retiró a orar en el desierto, habría que levantar un nuevo beaterio en pleno desierto, no para encerrar mujeres descarriadas ni mártires de la libertad, sino para esos golfos "descarriados", llamados ahora corruptos, antes simplemente ladrones.


Fue la compañía de Margarita Xirgu, en 1927, quien estrenó en Barcelona una obra sobre la heroína liberal basada en un texto de Federico García Lorca. Otro canto a la libertad, esta vez centrado en las leyendas y romances que había escuchado el poeta en boca de su gente. “Entre García Lorca y yo ha mediado un millón de muertos”, solía repetir Martín Recuerda, que investigó durante años documentos históricos de la represión fernandina. Así descubrió que aquel convento se dedicaba a la “regeneración de mujeres de vida alegre”; muchas eran llevadas allí por las autoridades de la ciudad o incluso por la propia familia cuando eran menores de edad y con el tiempo se convirtió en prisión política. Las monjas se convirtieron en funcionarias del terror –en la obra teatral están interpretadas por hombres que visten los hábitos de las siervas de Cristo3– y Mariana Pineda fue su presa más célebre. Si algunos quisieron limitar el compromiso de Pineda al delito de bordar una bandera por amor a un amante, con el trabajo de Martín Recuerda se demuestra que Pineda tuvo una sólida conciencia política, trabajó incansable en la lucha liberal y ayudo a más de un activista a sobrevivir.

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1Santa María de Egipto o Santa María Egipcíaca fue una prostituta que se convirtió y decidió llevar una vida de apartamiento espiritual en el desierto; llevó vida de ninfómana, se arrepintió y se retiró al desierto, donde vivió 48 años. Los datos de que disponemos acerca de esta santa nos han llegado gracias al libro de su vida (Vita) escrito por Sofronio, patriarca de Jerusalén: a los 12 años, María viaja a Alejandría donde ejerce la prostitución. Sofronio explica que vivía de la mendicidad y otros autores apuntan que tenía “un deseo insaciable y una irrefrenable pasión” similar a la ninfomanía. A los 29, viaja a Jerusalén para la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz con la intención es ganar dinero a cambio de favores sexuales entre la multitud de peregrinos. Sorprendentemente, se cuenta, cuando intenta entrar en la iglesia del Santo Sepulcro para la celebración, una fuerza sobrehumana se lo impide. Para María, esa es una señal divina de su impureza. Fuera de la iglesia ve un icono de la Virgen, reza y pide perdón. Al mismo tiempo, decide cambiar radicalmente de vida y apartarse del mundo. Desde allí se desplaza a un lugar en el desierto, donde hará vida eremítica hasta su muerte, 48 años después. , Santa María Egipcíaca es patrona de las mujeres penitentes, de las mujeres “arrepentidas”. En España, se llama “Egipcíacas” a las mujeres que abandonaron la prostitución y eran atendidas por órdenes religiosas.

2Aunque el caso no sea exactamente lo mismo, el valor de las delaciones puede compararse con el de las Brujas de Zugarramurdi, nombre con el que se conoce el caso más famoso de la historia de la brujería vasca y posiblemente de la brujería en España, proceso llevado por el tribunal de la Inquisición española de Logroño. En el auto de fe celebrado en esa ciudad los días 7 y 8 de noviembre de 1610, dieciocho personas fueron reconciliadas porque confesaron sus culpas y apelaron a la misericordia del tribunal, pero las seis que se resistieron fueron quemadas vivas y cinco en efigie porque ya habían muerto. Las dudas del inquisidor Alonso de Salazar y Frías sobre la realidad de los hechos eran compartidas por al menos tres eclesiásticos que con anterioridad habían manifestado que "era cosa de risa la materia de brujos". El Consejo de la Suprema Inquisición le encargó que visitara las comarcas del norte de Navarra y le enviara un informe completo. En esos informes Salazar afirma haber absuelto ad cautelam a 1384 niños y niñas (entre seis y catorce años, los niños, y entre seis y doce, las niñas) y a 41 adultos y reconciliado a 290. De todas estas personas 81 revocaron sus confesiones anteriores. El informe de Alfonso de Salazar fue asumido casi en su integridad; un resultado concreto de las nuevas instrucciones fue que se intentó reparar a las víctimas del auto de fe de Logroño ordenando que sus sambenitos no quedaran expuestos en ninguna iglesia, y de esa forma, "no cayó ningún estigma sobre ellas o sus descendientes", y así, .según el antropólogo Carmelo Lisón Tolosana, “marcan el fin de la brujería satánica en España. Pero no en Europa... Curiosa paradoja: la flexibilidad y moderación que, en conjunto y comparativamente, caracterizó la actuación de la Suprema frente a las brujas poco tuvo que ver con el trato brutal al que las sometieron las autoridades de todo tipo en Europa occidental y, sin embargo, la Inquisición española ha pasado a ser en esa misma Europa el símbolo del terror y de la maldad sin límites, de la perversidad suprema, del Mal”.Pero eso es otra historia.

3J.M. Castellvi publicó en 1978, en las paginas de la revista Interviú, fotografías del montaje estrenado un año atrás. Allí aparecían varias de las actrices a pecho descubierto. “Las hembras que exponen sus pechos desnudos lo hacen como un gesto de protesta y de ira bajo la mirada hiriente, inquisitorial y fascista de unas monjas que representan hombres, porque el poder es, a fin de cuenta, asexuado”. Afirmó el periodista que el canto por la justicia y a favor de la amnistía de la representación teatral coincidió con las exigencias que fuera del teatro reclamaba la mayoría del pueblo español en ese 1977.

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