Hay algunas reflexiones en torno a estos datos: el primero es que la banca, en general no debía andar tan mal porque el crecimiento de la morosidad ha sido absorbido por la entidades, que, para cubrir el salto de los 135.000 millones de euros en mora a primeros de año a los 182.000 millones en septiembre, no han tenido excesivo problema en aumentar la cada vez más creciente necesidad de provisiones, bien sea para equilibrar directamente las cuentas o para cumplir con los sucesivos requisitos legales de dotaciones o de capital. Ello, claro, con la excepción de las entidades nacionalizadas y algunas otras más pequeñas provinentes de antiguas cajas, que han requerido ayuda pública.
El segundo motivo de reflexión viene de la mano de las declaraciones de Miguel Martín, presidente de la AEB, con su propuesta de edificar más, conceder créditos hipotecarios nuevos y, con ellos, ayudar a disimular la crisis del sector. No parece que sea una propuesta suficientemente reflexionada, no ya por la incoherencia de olvidar salidas al enorme parque de vivienda vacía, de promociones a medio acabar y a aventuras aún rentables. Más ajustado creemos. hubiera sido una llamada a la prudencia (precisamente desde la AEB) y a la paulatina recuperación del sentido común perdido en el estudio y la concesión de créditos , que hoy se antojan insólitos y que son los que realmente forman el núcleo central de la morosidad hipotecaria (más allá del lugar común del impago de particulares). Cita el Sr. Marín el malestar del sector ante la posible revisión de la actual Ley Hipotecaria, lo que cabría interpretar como el deseo de no profundizar en la necesidad de ajustar una Ley (esta o la que fuera) a los cambios socio económicos que han evidenciado su obsolescencia.
La última reflexión orbita en torno a la dificultad de rebajar de forma inmediata las cifras de morosidad por razones obvias: con un porcentaje de desempleo superior al 25 % y con perspectivas aún más sombrías para el próximo año, parece iluso que puedan cumplirse ninguna de las premisas apuntadas por el Sr. Marín: no podrán afrontarse los pagos actualmente pendientes (me refiero a los particulares, no a los promotores) si no se recupera medianamente la posiblidad de ingresos por trabajo, ni podrán plantearse escenarios de nuevos préstamos hipotecarios (sigo refiriéndome a particulares) que, por definición, suelen ser "la inversión de una vida" si no se preve una mínima estabilidad a medio/largo plazo, ausente hoy día.
Para animarnos. No son datos tan lejanos. |
La conclusión es que, en este escenario, lo que realmente falta, más que lamentarse por el incremento de provisiones que alteran los dividendos, es contribuir a crear las condiciones para que de una vez por todas, se empiece a tomar en cuenta por los poderes que lo importante es la recuperación económica, la creación de puestos de trabajo y la vuelta a la tan deseada confianza.
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