sábado, 29 de julio de 2023

La(s) Historia(s) que nos cuentan (2)



Así como las historias de ficción tienen claros
los roles y los personajes (protagonistas, antagonistas, la suegra irritante, el genio no comprendido, el amigo ingenuo pero adorable…), así tendemos a crear claras representaciones de cómo son las personas que nos rodean y a creer en estas representaciones. Nos cuesta mucho reconocer la complejidad o matices de una situación o de una persona que tenemos enfrente, sobre todo si va en contra de lo que pensamos. En esos casos, es fácil caer en la tentación de convertirlo en ‘el malo’ de tu historia, sin caer en la cuenta de que es ‘el héroe’ de su propia historia. Cuando te das cuenta de que llevas contigo una historia simple sobre una persona o grupo de personas puede ser útil nombrar el rol (la etiqueta) que piensas que juegan en la historia, y entonces de modo intencional cambiar ese rol y ver qué es lo que surge. Estas semanas, leer cualquier cosa de los grandes maestros de la Historia Contemporánea parece remitir al más rabioso presente y a la terrible y cambiante guerra de Ucrania, como si las páginas nos brindaran pistas para su comprensión desde el análisis de hechos no tan lejanos en el tiempo. Pero la representación de un pasado con vestimentas actuales nos habla de cómo podemos confundirnos por una operación afín, su otra cara de la moneda. Carece de sentido trasladar Ucrania a los años 1914 (maduración del nacionalismo ucraniano), 1877 (la guerra de los Balcanes, con Austria-Hungría, Serbia y Rusia) o 1941 (la ocupación nazi) porque cada era se nutre de componentes distintos, los más esenciales para la comprensión histórica, donde un punto del camino es consecuencia de un sinfín de procesos previos, en general omitidos o sólo etiquetados desde el corto plazo, sin extender en exceso el horizonte de lo pretérito. A partir de este argumento, la batalla como causante de vuelcos sin retorno es más bien una fórmula para rememorar desde una leyenda útil como cimiento de un relato nacional o universal con visos arquetípicos, más erróneo si cabe por provocar la hegemonía de una narración histórica con unos pocos saltos cruciales y muchos huecos entremedias. Durante la primavera de 2008, Georgia y Ucrania solicitaron integrarse en el Plan de Acción de Ingreso en la OTAN por la vía rápida. George W. Bush presionó todo lo posible a favor al anunciar sin ambages a Rusia la independencia de las dos antiguas repúblicas soviéticas. Ambas vieron denegada su solicitud al no ponerse de acuerdo los países miembros de la Unión Europea. La canciller alemana Angela Merkel proclamó el deseo del Club para una pronta integración de ambas a la Alianza Atlántica, lo que era combustible para Putin y sus ambiciones en el tablero, moviéndolo a sus expensas por el coincidente desbarajuste en Washington con Donald Trump, la connivencia china en algunos asuntos, sus intervenciones en Siria y la descoordinación del bloque occidental, ralentizado en la toma de decisiones. Pero cuando en Occidente nos preguntamos cómo hemos llegado a esta situación, es bueno que seamos conscientes de nuestro propio papel en los acontecimientos que nos han llevado hasta aquí. Cuando se redactan estas líneas está en plena ebullición un confuso episodio de rebelión (?) que afecta al grupo de paramilitares mercenarios, especie de ejército ruso en la sombra, pro-Putin Wagner, llamado así al parecer por la pasión de su fundador (ucraniano, mira por dónde) por el Tercer Reich alemán, en homenaje a Richard Wagner, compositor favorito de Adolf Hitler, muy activo en el conflicto Rusia-Ucrania (pero también en Mali, República Centro Africana, Siria, etc.), comandados por el oscuro y semidesconocido (para nosotros) Yevgueni Prigozhin, y las fuerzas regulares rusas mandadas directamente por el Kremlin que, en definitiva, ha socavado la imagen monolítica de firmeza de Putin y nos ha tenido a todos aguantando la respiración. Como no es cosa de jugar a adivinos ni a adelantar acontecimientos en un tema tan embrollado como éste, pese al dicho de que un misterio es algo que todo el mundo sabe, cambiamos de latitudes para estas reflexiones sobre la Historia y su historia. Y es inevitable referirnos a hechos históricamente asumidos, pero, en el mejor de los casos, cuestionables.


H
ay un conocido aforismo del escritor y dramaturgo Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) que nos viene como anillo al dedo, pues nos recuerda que “Historia es, desde luego, exactamente lo que se escribió, pero ignoramos si es lo que sucedióy eso proporciona los suficientes matices de reflexión sobre la veracidad de ciertos hechos asumidos, desde los mitos y sus leyendas a las simples falsedades interesadas pasando por una densa gama de grises. Empecemos en Italia (en todas partes cuecen habas) con hechos falsos asumidos, por no tocar nada de aquí: un estudio forense realizado a la Sábana Santa de Turín, el misterioso manto blanco considerado por algunos cristianos como el sudario con el que fue enterrado Jesucristo, sugiere que probablemente se trata de un engaño medieval. Los escépticos dicen que la sábana, que mide 4,4 por 1,1 metros, es una obra maestra de la falsificación medieval. Pruebas realizadas con carbono ya en 1988 dataron su procedencia entre los años 1260 y 1390, pero los resultados fueron puestos en duda; la Iglesia Católica no tiene una postura oficial sobre la autenticidad de la sábana, que tiene impresa una imagen como si fuera un negativo fotográfico de un hombre con las heridas de la crucifixión. La reliquia (¿o fraude?) muestra la parte frontal y trasera de un hombre con barba, con sus brazos cruzados sobre el pecho y presenta trazas de lo que parecen ser regueros de sangre procedentes de heridas en muñecas, pies y un costado. No se trata de una discusión teológica o doctrinal ni poner en tela de juicio la historicidad, indudable, del personaje de Cristo. El quid de la cuestión pasa por determinar si la pieza que se preserva en la capital lombarda es aquel lienzo sepulcral mencionado en los Evangelios de Lucas y Juan o si, como afirman los escépticos, es una falsificación medieval. La teoría más curiosa afirma que la Sábana Santa es la primera foto de la historia; la habría creado Leonardo da Vinci en 1494 con una cámara oscura y una emulsión sensible a la luz (sal de mesa y nitrato de plata). Para uno de los autores del estudio forense, sin embargo, puede ser un indicio de que el Santo Sudario es "algo que se hizo de manera artificial", quizás con algún fin didáctico o simbólico, y de hecho, la Iglesia Católica no sostiene hoy que el Santo Sudario sea una pieza genuina pero sí lo considera un símbolo que recuerda el sufrimiento de Cristo. El experto citado, que es católico, afirma que su hallazgo no cambia en nada su fe en Cristo porque “Nuestra fe no se basa en el sudario, sino en los evangelios. No necesitamos ninguna prueba física para creer en Jesucristo y en su resurrección", olvidando (otra vez) a Jardiel Poncela: “Cuando tiene que decidir el corazón es mejor que decida la cabeza”.


Sin salir de Italia, una casa medieval en Verona atrae a los enamorados que buscan allí el domicilio de Julieta Capuleto y su historia de amor con Romeo Montesco, y hacen pacientes y larguísimas colas para inmortalizar en fotografía el “yo estuve allí”. A más de uno le gustaría creer que Julieta, la heroína de Shakespeare, vivió allí, pero la verdad es que no fue así.; sería tan inverosímil como buscar la casa de Blancanieves. “Romeo y Julieta”, la obra de teatro que escribió William Shakespeare a fines del siglo XVI, es el símbolo del amor romántico. Un amor de fuerza extraordinaria que, en la obra, desafió a su época y que terminó de modo trágico. Lo llamativo, o no, es su permanencia en el tiempo, esa irresistible atracción que aún ejerce, ese lugar ficticio a donde uno siempre va cuando quiere hablar del amor que sobrevive contra viento y marea. No por nada Hollywood ha filmado numerosas versiones y artistas plásticos muy distintos han retratado de modo diferente a los amantes de Verona. Respecto de los Capuleto y los Montesco no se sabe demasiado: Dante Alighieri los sitúa en el Purgatorio de La divina comedia y muchos aseguran que este enfrentamiento dinástico puede ser una metáfora para referirse a la guerra política entre los dos grandes partidos de aquellos tiempos, los güelfos y los gibelinos. Como si los testimonios de esa realidad no fueran suficientes, Verona cuenta también con la tumba de Julieta. El sarcófago de mármol se exhibe en el convento San Francisco, y según la tradición se habría identificado allí un entierro de dos amantes en el siglo XVI. Una vez en Verona, lo mejor es olvidar las especulaciones históricas y dejarse llevar por el romanticismo, que no siempre encuentra tantos motivos a mano para dar rienda suelta a la imaginación.


De estos (y otros) ejemplos se concluye que, contradiciendo a Jardiel Poncela, muchas veces en la historia y asimiladas manda el sentimiento aunque lo contradiga la realidad o cómo nos ha llegado, como hechos consumados incluso. Un caso que nos llega a incomodar (cuando conocemos sus pormenores) es, entre muchos, el de Hawaii, Hawai o Hawái pues aunque la mayor parte de gente utiliza la palabra anglosajona «Hawaii» para referirse a este turístico archipiélago, lo cierto es que la forma correcta es Hawái, donde el turismo se ha considerado como una vía de escape de la realidad que ha dado lugar a que se ignore la violencia a la que se enfrentan los nativos, que se han visto obligados a recoger pescado de estanques situados en las propiedades de los complejos turísticos, y los habitantes locales que han venido de fuera y viven en la tierra. El turismo, hoy en el ojo del huracán en todo el mundo, también aquí ha tenido efectos perjudiciales para el medio ambiente, como la escasez de agua, la superpoblación, la subida del nivel del mar, el aumento de la temperatura de la superficie marina y la presencia de microplásticos en las playas. Debido a la pandemia de COVID-19, el turismo se detuvo, lo que permitió que la tierra, el agua y los animales comenzaran a sanar y algunos peces han regresado tras años de no estar en las bahías. Los arrecifes de coral, los peces, el crecimiento del agua y las limu (algas) han podido florecer sin la pesada carga del turismo. Los nativos se han opuesto al turismo y han instado a la gente a no visitar las islas porque el turismo se había "convertido en extractivo y dañino, con turistas que vienen aquí y toman, y toman sin ninguna reciprocidad con los locales". (una encuesta de la Autoridad de Turismo indicó que más del ⅔ de los hawaianos no querían que los turistas volvieran). Conozcamos los porqués de esa oposición repasando por encima algo de su historia. Los primeros habitantes conocidos de estas islas fueron colonizadores polinesios; pasaría un largo tiempo hasta que llegaran los españoles, quienes lo hicieron a mediados de 1550, en un viaje que sólo sirvió para conocer la ubicación de las islas y registrarlas en sus mapas; a la corona española no parecía interesarle este archipiélago. En 1810 las islas estaban gobernadas por Kamehameha I, en un gobierno bajo protección británica que hizo que en pocos años el cristianismo protestante se expandiera por toda la isla y se perdiera la antigua religión de los nativos. En 1839 se creó la Primera Constitución, gran paso para la vida política ya que pasó de una monarquía absoluta a fundar una monarquía constitucional y, años más tarde, en 1874, se firmó un tratado con Estados Unidos que permitía el derecho de comercio en concesión exclusiva lo que potenció considerablemente la industria, ya en manos americanas: hubo un impresionante crecimiento en su agricultura lo que derivó en un aumento de ofertas de trabajo que trajo consigo la llegada de una ola migratoria proveniente de Asia que cambiaría considerablemente la idiosincrasia de las islas. En 1893, después de numerosos conflictos políticos, se suprimió la monarquía y la última reina, Liliʻuokalani, fue derrocada por un golpe de Estado de los terratenientes estadounidenses, siendo sustituida por un gobierno provisional y, posteriormente, por una república. Los Estados Unidos de América, tras promulgar una constitución al estilo estadounidense y abolir la monarquía, decidió la anexión de las islas en 1898 si bien el territorio no obtendría la categoría de estado hasta 1959. Al día de hoy, su organización política se encuentra regida por las normas americanas pese a haberse declarado ilegal el golpe de 1893.


¿Corazón cabeza, hechos consumados,…?

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario